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Susana Zamora
Jueves, 2 de noviembre 2017
El teniente coronel Luis González Campanero (Madrid, 1968) ingresó en el Ejército del Aire en 1988 por vocación militar, primero, y vocación aeronáutica, después. Es piloto con 4.500 horas de vuelo y ha servido en el escuadrón 408 de guerra electrónica, donde pilotó los modelos ‘Casa C-212’ y ‘Falcon 20’, y en la unidad de transporte VIP, en la que llevó el ‘Boeing 707’ y toda la familia de los ‘Falcon’. Ahora pilota los aviones de la Academia «cada vez que puedo».
– ¿Está preparado un alumno para pilotar un cazabombardero cuando termina su formación en la Academia General del Aire?
– Un piloto militar nunca deja de formarse. Cuando nuestros alumnos reciben el despacho de teniente tienen los fundamentos básicos para incorporarse a las unidades del Ejército del Aire. Una vez destinados en ellas, realizan los cursos de adaptación que les capacitan para volar sus aviones.
– ¿Qué destrezas se le presuponen a un piloto?
– En la formación de pilotos militares no se presupone nada. Todo hay que demostrarlo durante el proceso de formación, pero son varias las habilidades que han de demostrar: buena condición física, orientación espacial, coordinación y sentido del equilibrio, capacidad de estudio, buen juicio, memoria ágil y organización mental. Pero, sobre todo, han de demostrar que a bordo de los aviones también desarrollan los valores morales y militares propios de la milicia. Los alumnos comienzan, en tercer curso, volando una aeronave de hélice, no excesivamente rápida, en la que deben demostrar que son capaces de habituarse a estar en el aire. El curso siguiente vuelan el excelente reactor de fabricación española ‘CASA C-101’, de mayores prestaciones y donde deben superar un curso muy exigente compuesto por una fase de tráficos y acrobacia, otra de vuelo en formación y una última de vuelo instrumental. Es en este curso donde se seleccionan aquellos que van a ser pilotos de caza.
– ¿Qué prueba es especialmente dura para los alumnos?
– La prueba definitiva es su formación en conjunto, que es especialmente exigente. Esta exigencia comienza ya desde su ingreso, con una nota mínima de corte en las pruebas de acceso a la universidad de 11,97. No obstante, si tuviera que reseñar un hito, refiriéndonos a los alumnos pilotos, destacaría su primer vuelo solos.
– Expertos en Defensa consideran «muy buena» la formación de los pilotos españoles. ¿Qué marca la diferencia?
– Principalmente, dos razones: la excelente preparación de los profesores y la historia de 75 años de experiencia que la sustentan, y que siempre ha destacado por una formación integral y transversal. También es muy destacable la excelente combinación de aeronaves usadas en cada una de las fases de la formación en vuelo. No hay que olvidar este factor, la selección, a la hora de conseguir los mejores pilotos para el Ejército del Aire; no todos los alumnos que comienzan su formación llegan a ser pilotos. La tasa de éxito ronda el 90%.
– ¿Peligra esa formación por el estado de los aviones o por la falta de presupuesto para dedicar más horas de vuelo?
– En absoluto. La Academia General del Aire siempre dispone de los medios materiales necesarios para cumplir su misión y, lo que es más importante, de un excelente personal que emplea los recursos materiales y financieros asignados de forma eficaz y eficiente.
– ¿Cómo han afectado las dos tragedias ocurridas este mes?
– El recuerdo a los caídos, a quienes todas las tardes al caer el sol homenajeamos, es un motivo de orgullo y de refuerzo de nuestras convicciones y vocación de servicio a España. El mejor homenaje que podemos hacerles a todos ellos y a sus familias es volver a volar, volver a los cielos de España a continuar la misión que ellos un día llevaron hasta el extremo: servir a España, incluso dando la vida en el empeño.
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