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Domingo, 23 de febrero 2020, 00:28
La valla del lado español discurre pegada a la carretera de circunvalación de la frontera, a los pies del monte de García Aldave. Este es uno de los puntos donde históricamente se han registrado más asaltos.
Tramo del perímetro fronterizo en Benzú, entre las viviendas y el cementerio musulmán. Las concertinas ya han sido retiradas de este tramo de la valla, que ahora deberá recrecerse hasta alcanzar los diez metros de altura.
La valla española discurre en primer plano, mientras que la marroquí, construida con fondos europeos el año pasado, se levanta a una cota superior.
Agentes rurales de la Guardia Civil, reforzados con efectivos de los Grupos de Reserva y Seguridad (GRS) y de la Unidad Ciudadana de Comandancia (USESIC), se concentran a los pies de la valla, en el tramo Benzú-Beliones tras detectarse a un centenar de subsaharianos que bajaban del monte para intentar cruzar.
Policías y soldados marroquíes se despliegan en su lado de la frontera, erizada de alambradas, para contener la llegada de inmigrantes indocumentados.
Las alarmas se activaron el jueves de madrugada, a lo que siguió una noche de tensa espera.
Hassame Baldé, de Guinea Conakry, posa delante de sus compañeros en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta, donde suelen pasar un año a la espera del acogimiento vía ONG que les franquea el paso a la Península.
Ibrahim, Naoufad y Hadiya aprovechan su estancia en el CETI para recuperar fuerzas y adquirir los rudimentos necesarios con que desenvolverse en España. Aprenden castellano y colaboran con Cruz Roja como voluntarios.
Mujeres marroquíes tratan de pasar mercancías por la aduana de Tarajal, donde los cada vez mayores controles han hecho desaparecer la figura de las porteadores. Ahora es habitual verlas en la playa poniéndose un pantalón sobre otro para esquivar las prohibiciones.
Mujeres marroquíes tratan de pasar mercancías por la aduana de Tarajal, donde los cada vez mayores controles han hecho desaparecer la figura de las porteadores. Ahora es habitual verlas en la playa poniéndose un pantalón sobre otro para esquivar las prohibiciones.
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