Golpe al trasvase
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La interferencia de Vox puede frenar la estrategia del PP por seducir a un sector del electorado socialista crítico con el Gobierno de SánchezAlberto Surio
Domingo, 27 de noviembre 2022, 00:18
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La interferencia de Vox puede frenar la estrategia del PP por seducir a un sector del electorado socialista crítico con el Gobierno de SánchezAlberto Surio
Domingo, 27 de noviembre 2022, 00:18
El último ataque machista de Vox a la ministra de Igualdad, Irene Montero, ha dado un vuelco al debate político y social iniciado con la aplicación de la ley del 'solo sí es sí' esta semana y que había empezado a colocar contra las cuerdas ... a representante de Unidas Podemos en el Ejecutivo de coalición. La legítima discusión por la puesta en marcha de la iniciativa se ha visto por completo distorsionada por esta estrategia de desproporcionada e inadmisible agitación, que debería comenzar a ser neutralizada desde la presidencia del Congreso con mayor contundencia para evitar que la vida pública degenere en los próximos meses.
La lamentable invectiva de la diputada Carla Toscano ha inyectado a la izquierda política el relato que no tenía en los últimos días y coloca al Partido Popular en una posición incómoda. Por un lado, necesita desmarcarse de los movimientos retóricos e hiperbólicos de Vox, anclado en un tremendismo que, unido a la negación de la violencia de género, entra en un terreno de cuestionamiento de los principios realmente incompatible con el ejercicio militante de la Constitución. Pero, a la vez, el PP cree que tiene al Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos en una posición real de acoso y derribo y no quiere soltar la pieza. La disyuntiva no es fácil pero puede tener efectos a la larga para el PP. En este sentido no hay tierra de nadie.
En todo caso, el incidente sirve para dar aire al Gobierno de Pedro Sánchez, que saca los Presupuestos Generales del Estado adelante con los apoyos de investidura, con los costes que suponen en determinado sector del PSOE los pactos con ERC y EH Bildu, y que obtiene la luz verde a la reforma del Código Penal con la supresión del delito de sedición con una virulencia política menor de la prevista. Porque si algo tiene la retórica guerracivilista y extrema de Vox es que distorsiona el legítimo debate y ha introducido una verdadera cortina de agitación. En este contexto una pregunta empieza a flotar en el ambiente: ¿ha pinchado el 'efecto Feijóo'? Quizá sea pronto para establecer conclusiones categóricas pero empieza a cundir la sensación de que sí, que el líder del PP va a tener que sudar mucho la camiseta para lograr su objetivo y llegar a la Moncloa.
La expectativa que maneja la actual dirección del PP es que, tras la fagocitación completa de Ciudadanos, la vía que le va a permitir volver al poder es la fuga abierta en un sector del electorado socialista, muy crítico con Unidas Podemos, desencantado con Sánchez y que ve mal sus alianzas con los independentistas. Esa corriente de opinión existe. Pero imágenes chuscas como la intervención de Toscano frena esa corriente de fondo y puede amortiguar ese giro.
La apuesta de Feijóo pasaba por que esta franja de electores moderados se acabaría pasando al PP de centro y reformista que él dice representar. Y hasta las elecciones andaluzas parece que sí funcionó cierto trasvase del 11% del voto socialista al centroderecha que rompía esquemas históricos.
Sin embargo, diferentes estudios demoscópicos muy recientes –no solo el CIS que dirige José Félix Tezanos– reflejan que ese fenómeno de transferencia electoral –que era muy novedoso en la política española– se ha frenado casi hasta la mitad de ese porcentaje. Lo que está por probar es si ese voto más crítico se acabará quedando en casa y engrosará la abstención o Sánchez lo podrá recuperar en una determinada coyuntura de emergencia electoral.
La permanente bronca y la sobreactuación –que practican con esmero algunas voces en la oposición– generan un marco agresivo que puede reafirmar a la parte más movilizada, excitada e hiperideologizada de la derecha electoral, la que había demonizado a Sánchez desde el inicio de la legislatura con los acuerdos de investidura. Algunos mensajes de Pablo Iglesias alimentan ese bucle radical de resentimiento. Todas estas paradojas encierran un hilo conductor. La partida está más abierta que nunca y la batalla será muy correosa. A Feijóo se le va a hacer duro mantener tanto tiempo el discurso de un gobierno agónico y moribundo. En política no se puede soplar y sorber sopas a la vez; resulta muy difícil seducir a los indecisos del PSOE con un mensaje muy condicionado por la derecha más bronca. Y el presidente Sánchez tendrá que lidiar con el problema de las disensiones en el flanco de la izquierda de su Gobierno –entre Podemos y Yolanda Díaz– y trasladar una acción de gobierno eficaz y que sirva de gran paraguas protector ante las tormentas que se avecinan.
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