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Hace ocho días, los dirigentes del PP lucían en los pasillos del Congreso una indisimulada satisfacción por lo que interpretaban como un éxito estratégico al haber contribuido decisivamente, junto a Junts, a infligir una derrota al Gobierno tan alarmante para él como la de ver ... tumbado el decreto ómnibus que incluía la revalorización anual de las pensiones. Pero los populares también sopesaron los riesgos que arrostraban. Así que, en las jornadas previas, anunciaron que avalarían el texto legislativo sobre la reforma en la jubilación, respaldo clave que permitió al Gobierno sacarla adelante. Y ya en el pleno, acompañaron su portazo al ómnibus con el registro de su propia iniciativa para trocearlo y trasladar que la congelación de las pensiones era fruto de la obcecación de Pedro Sánchez con un trágala que incorporaba la cesión al PNV del palacete de París incautado por los nazis y contra la que Miguel Tellado había cargado con virulencia.
La guerra de nervios entre el Gobierno, que pretendía endosar la carga de «dañar» a pensionistas y colectivos vulnerables a los de Alberto Núñez Feijóo, y éstos, atribuyendo la culpa a la debilidad y dependencia de Sánchez, entró en otra dimensión el martes, cuando el presidente hizo lo que dijo que no haría –partir el decreto y asumir el debate de la cuestión de confianza– para cerrar un nuevo pacto con Junts.
El PP pospuso su decisión sobre ese nuevo decreto hasta que el miércoles, y después de que varios de sus portavoces insistieran en que querían revisarlo en profundidad, el partido confirmó en un sorpresivo hilo en X que acabará respaldándolo aun cuando incluya la cesión del edificio parisino al PNV, con el argumento sobrevenido de que dicha cesión se había hecho irrevocable en las semanas en que estuvo en vigor el decreto ómnibus. La decantación del voto provocó un cierto desconcierto interno y la reprimenda, con Vox a la cabeza, de los sectores situados más a la derecha del partido.
Ayer, aprovechando un acto para presentar su plan de vivienda a colectivos sociales y sabedor de las aristas que puede tener aprobar ahora el decreto tumbado hace una semana, por más que el Gobierno haya tenido que transigir y parcelarlo, fue el propio Feijóo el que trató de hacer pedagogía explotando un argumento ya utilizado la víspera para justificar el giro: que el 'sí' busca desmontar el argumentario, falaz a ojos de Génova, de que es el PP el que perjudica a los pensionistas. Con un añadido que busca reafirmación en un perfil propio exigente con el Gobierno, sí, pero también distante del partido de Abascal, que se quedará solo en su negativa.
«Pedro Sánchez esperaba y deseaba que hiciésemos exactamente lo contrario de lo que vamos a hacer. Votaremos a favor para no hacerle el juego a su demagogia», arguyó el líder de los populares, «consciente» de la necesidad de explicar el cambio de criterio y ante el aprovechamiento «de cualquier voto del PP» para alentar las críticas. En el principal partido de la oposición reconocen que la decisión, tomada con parte del comité de dirección y de la que informó a los presidentes autonómicos, «no fue fácil» y estuvo «muy meditada». Los populares no están de acuerdo ni con aspectos del fondo del texto –además de la atribución al PNV del palacete hoy sede del Instituto Cervantes en la capital francesa, la paralización de los desahucios vinculados a la okupación– ni con las formas con las que se ha cerrado el acuerdo con Puigdemont «a cambio de nuevas cesiones». Pero ha acabado pesando en la balanza el temor a la posible penalización entre colectivos sociales sensibles por el señalamiento como culpable por parte del Gobierno: «En 30 meses no se hablará del palacete, pero de las pensiones sí».
«Hay pros y contras», admiten en el entorno de Feijóo, donde defienden que su primer voto en contra era «fundamental» para evidenciar la debilidad del Gobierno. El líder del PP aseguró que sus diputados votarán «en conciencia» para no hacerle el juego a la incompetencia que achaca a Sánchez, a quien –acusó– «le dan igual» los pensionistas, a los que ha hecho «rehenes» de su fragilidad, y que ha dejado «abandonados» a los valencianos y «tirados» a los usuarios del transporte público en su estrategia contra la oposición.
«Votaremos –zanjó– en favor de ellos y de nadie más». Dejó claro, además, que no acepta «lecciones» del PSOE, al que le encantaría, dijo, «que le regalásemos un titular de que el PP vota en contra de las pensiones», ni tampoco de Vox, quien «a menudo tiene más interés en sustituir al PP» que a Sánchez. «No aceptaremos ni chantajes ni presiones», remató.
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