El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el primer acto por el 50 aniversario de la muerte de Franco. Efe

Correlación de debilidades

Entre líneas ·

Construir una memoria democrática sobre lo que fue la dictadura de Franco va a poner el foco sobre las luces y sombras de nuestra Transición

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 12 de enero 2025, 00:04

El 50 aniversario de la muerte de Franco que se cumple este año y que el Gobierno de Pedro Sánchez quiere conmemorar con el lema 'España en libertad' ha abierto una encendida polémica sobre la iniciativa y sus intenciones tácticas. Aquel 20 de noviembre de ... 1975 será una fecha clave en nuestra historia contemporánea. La fecha marcó el fin biológico del dictador, pero la dictadura no se desmanteló de la noche a la mañana.

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Aquel noviembre sirvió para abrir un proceso político, contradictorio, que conduciría a la Transición que no fue, como sostenía lúcidamente Manuel Vázquez Montalbán, la consecuencia de una 'correlación de fuerzas' sino de una 'correlación de debilidades' entre la oposición antifranquista que no tenía suficiente fuerza para precipitar la ruptura democrática y los sectores aperturistas del régimen, que no le veían salida y deseaban homologar a España a la realidad europea.

Conviene no idealizar en exceso aquel proceso, pero tampoco arrastrarlo por el suelo desde el revisionismo más oportunista. Fue fruto de lo que se pudo hacer en aquel momento bajo el miedo feroz al regreso de la dictadura, el ruido de sables y una parte de la sociedad que pedía avances hacia la libertad. La llegada de la democracia a España tuvo lugar en las elecciones generales el 15 de junio de 1977, con todos los partidos políticos en liza, incluido el PCE, columna vertebral del movimiento antifranquista.

La polémica en torno a los 50 años 'en libertad' encierra sus aristas y un serio peligro de trivializar lo que es una dictadura. De entrada, una aclaración previa. Hablar de Franco es un ejercicio necesario para las nuevas generaciones, no es reabrir la herida del odio ni la discordia. Pero hacerlo sin precisión da coartadas a quienes se niegan al debate. Ni la dictadura debe caer en el olvido ni el principio de reconciliación debe suponer la amnesia. Pero a la vez, se equivocaría gravemente quien pretenda aprovecharse del aniversario para utilizarlo políticamente. Y esto incumbe a todos. Primero, al Gobierno de Pedro Sánchez, responsable de la iniciativa y al que acusa la oposición de intentar rentabilizar el relato a su favor. Pero también atañe el PP. Parte de la derecha de este país ha demonizado con tal desproporción a Sánchez que cualquier propuesta que nazca del Gobierno ya sale bajo la sospecha, sobre todo en un escenario de numerosos casos judiciales abiertos. Cuidado con elevar el antisanchismo al histrionismo. Porque acabaremos banalizándolo todo. También el antifranquismo.

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A algunos les puede parecer que hablar de Franco está de más. Educar en la memoria y en la libertad nunca sobran. El fuerte despegue de los mensajes ultranacionalistas y populistas en Europa y en el mundo nos describe un paisaje muy inquietante que hay que combatir.

El riesgo es real. El extremismo está a la vuelta de la esquina. El autoritarismo es ahora mucho más sutil. Se disfraza de influencer, de youtuber, está en Instagram y campea a sus anchas. La democracia liberal está gravemente enferma y tampoco hay vacunas milagrosas.

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En este contexto, la situación de Venezuela ha vuelto a derivar hacia una involución absoluta. La toma de posesión de Nicolás Maduro sin el reconocimiento de una buena parte de la comunidad internacional y la represión desatada contra la oposición amenazan con acentuar una huida hacia adelante muy desestabilizadora. El régimen de Maduro ha optado por la peor salida, por enrocarse, con una dinámica de odio y persecución hacia sus oponentes que ha ido creciendo.

Los intentos de convertir a Venezuela en una dictadura que no respeta ni la libertad ni los derechos humanos sacuden cualquier conciencia democrática. Paradójicamente quienes pensaban que la Transición política española, con sus lagunas, serviría de modelo para Venezuela ya pueden salir de su profundo error. Ni Maduro promueve la apertura del régimen ni parece viable que la oposición promueva un acuerdo de 'reconciliación nacional' para poner en marcha una transición negociada y pacífica, que sería la única opción viable.

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