Pedro Sánchez, el diputado raso con más protagonismo

En el Congreso de los Diputados se esperaba hoy una tarde caliente, pero no veraniega. Con veinticinco grados y el sol tibio de Madrid acariciando la acera, la Carrera de San Jerónimo estaba perfecta para un baño de masas. Pedro Sánchez, al que tanto se ha achacado que diga que va a hacer una cosa y al final hace otra, ha entrado en coche en Congreso de los Diputados y ha dejado con un palmo de narices a unos mil o dos mil cámaras de fotos y televisión, y a José María y Julio, dos turistas canarios que se había acercado hasta Madrid para ver "cómo el PSOE se baja los pantalones de una manera tan histórica".

De una manera o de otra, la tarde se prevé histórica. Junto a ellos, curiosos. Dos que protestan con carteles y turistas que no saben quién es Mariano Rajoy, ni les importa, y que preguntan a los reporteros '¿What's happening?'.

Pedro Sánchez ha avisado antes de llegar que se dirigía al Congreso y que mañana se votaría 'NO', cosa que no tiene importancia si se compara con la posibilidad de que vote 'NO' el sábado. Pedro Sánchez, desaparecido después de su cese como secretario general del PSOE en aquella mañana de domingo de cuchillos en Ferraz, ha aparecido físicamente a las seis menos cinco de la tarde en los pasillos del Hemiciclo entre una nube de micrófonos, sonriente (menos con algunos de su partido), lozano, rejuvenecido y, sobre todo, moreno como un vigilante de la playa de California, donde ha estado de viaje lamiéndose las heridas.

Cuando le preguntaron en el patio si el sábado votaría 'no', ha dicho lo evidente: "el sábado será otro día". Sea lo que fuere lo que vaya a votar, nunca un diputado raso tuvo tanto protagonismo en una investidura.