El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Rajoy, ante el espejo

El presidente se enfrenta a la encrucijada de qué hacer para ganar las generales mientras en el PP cuestionan su liderazgo

Nuria Vega

Sábado, 6 de junio 2015, 07:21

 No es costumbre en el PP elevar la voz frente al presidente, aunque se haga con matices como Juan Vicente Herrera. Por eso sorprendió que el martes el barón castellano-leonés aconsejara a Mariano Rajoy mirarse en el espejo antes de decidir sobre su futuro inmediato. La dureza del mensaje, como admitían en la formación, ha situado al jefe del Ejecutivo ante un cristal que le devuelve la imagen de alguien en la encrucijada de qué hacer para que el PP gane las elecciones generales que se convocarán a finales de año.

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La primera decisión en ese camino le atañe a sí mismo y nunca ha dudado de que, por «derecho» y por justicia, él es quien debe concurrir a los comicios en representación de los populares, como hoy volvió a dejar claro en su intervención ante el Círculo de Economía, en Sitges. Desde luego, los estatutos lo amparan. Es ya, de hecho, el candidato del partido. ¿Pero es la mejor opción? ¿Le conviene al PP cambiar de apuesta a pocos meses de las votaciones?

El acusado desgaste tras cuatro años de restricción económica, de ausencia de relato político, de incumplimientos electorales y de escándalos de corrupción que han puesto en duda el funcionamiento del partido y sus prácticas, se ha pagado en las urnas. La presidenta en funciones de Aragón, Luis Fernanda Rudi, recordaba el lunes que si el primer aviso se había producido en las elecciones europeas de 2014, el domingo pasado los ciudadanos decidieron hacer tabla rasa. La ola que arrastró al PP andaluz en los comicios del 22 de marzo se ha convertido en el tsunami que la semana pasada barrió a los populares de la mayor parte de los gobiernos que hasta ahora administraban.

En este escenario, Rajoy encarna, para muchos de los suyos, el agotamiento de una forma de dirigir el partido y el Gobierno y de hacer política. Ya ocurrió en la crisis interna de 2008, pero nuevamente se alzan las voces que cuestionan la continuidad del presidente, a quien responsabilizan de los resultados electorales y del caos en el que se ha sumido el PP. Hasta entre los dirigentes menos críticos se reconoce que «nunca» la formación estuvo tan descontrolada y, aunque el debate viene cietamenente de lejos, el mito de la maestría del presidente en el manejo de los tiempos comienza a desvanecerse. La contención se ha convertido en incapacidad de reacción a ojos de quienes el lunes asistieron al Comité Ejecutivo Nacional en el que se hizo balance de los votos obtenidos el 24-M.

Esa reunión marcó el punto de inflexión. Aquella tarde, por primera vez desde 2004, no era Rajoy sino sus barones los perjudicados en las urnas. Por primera vez, el presidente no convocó la reunión para consolarse a sí mismo con eso de que unas veces se gana y otras se pierde, y seguir adelante. Por eso, esta vez, algunos han dicho basta. La rueda de prensa en la que el jefe del Ejecutivo descartó cambios en el partido y en el Gobierno y se reafirmó como candidato ideal, terminó por descorazonar a los dirigentes regionales que reclaman al menos, si no la retirada de Rajoy, sí redirigir el rumbo, recuperar los fundamentos del PP más allá del discurso económico, y reemplazar, a quien sea necesario.

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En el entorno del jefe del Ejecutivo apuntaron que el mensaje del presidente no se había leído bien. Cuarenta y ocho horas después, presionado por la magnitud de la marejada en sus filas, Rajoy volvía a comparecer en los pasillos del Congreso de los Diputados sin descartar esta vez los inconcretos cambios. Para entonces, los barones se habían visto abocados a anunciar su retirada futura de las presidencias regionales del partido. Les tocaba responder al castigo de los ciudadanos, aunque fuentes de la dirección y del Gobierno censuran las prisas y que se debilite a la organización.

Desde Castilla y León, el PP ha llegado a pedir la dimisión del ministro de Industria por su gestión del problema del carbón ahondando la brecha con el Gobierno. En Baleares se desafía a la dirección con renovar la formación autonómica sin esperar a que pasen las generales. Y en Madrid se pone en duda el proyecto cuando Esperanza Aguirre aboga por «la refundación». Este es, probablemente, el problema más grave al que se enfrentan Rajoy el PP. La amenaza de desmoronamiento, la pérdida de conexión con las estructuras territoriales, que son el engranaje del partido. Es la crisis, en definitiva, de quiénes son y adónde van en el momento más inoportuno, cuando toca dar el do de pecho para conservar la Moncloa.

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Bazas

 «Siempre hay margen de maniobra», defienden, sin embargo, fuentes populares. Si se descarta a tan poco tiempo de las elecciones la marcha del presidente, por improbable y también por arriesgada como advierten en el PP, existe una figura, la del secretario general, fundamental para recuperar la cohesión interna y pedir a todos remar en el mismo sentido. En este momento, María Dolores de Cospedal, cuestionada por su administración de la formación y la gestión de los casos de corrupción, no ha logrado, además, el aval de los votantes de Castilla-La Mancha para conservar el gobierno regional. En todos los niveles se apunta a su recambio como una posibilidad que permitiría reforzar la cúpula. Ella es, sin embargo, uno de los puntales del presidente, por lo que muchos dudan de que el movimiento se vaya a producir, salvo que la propia Cospedal lo propicie, a lo que podría haber estado dispuesta según algunas fuentes del partido.

La sustitución de unos nombres por otros resulta, de todos modos, complicada, porque las urnas han despedido a referentes de la formación sin que se haya promocionado a nuevas generaciones de políticos. Algunos, como Herrera o el expresidente José María Aznar, apuntan a perfiles como el del portavoz de la campaña, Pablo Casado, para dar un nuevo impulso. Todo depende en última instancia de la voluntad de Rajoy, pues se trata de un partido que deja en manos del jefe la capacidad de decidir quién y cuándo.

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También figura entre las opciones a disposición del presidente una posible remodelación del Ejecutivo. Las eventuales salidas del titular de Economía, Luis de Guindos, camino del Eurogrupo, y del de Educación, José Ignacio Wert, rumbo a la OCDE, podrían servir de excusa para una pequeña crisis Gobierno que ofrezca la imagen de que se responde al mensaje de cambio que los ciudadanos han lanzado en forma de papeletas.

Rajoy admitió hoy que tiene mucho que cambiar y garantizó que lo hará. «Si el PP rectifica algunas cosas -dijo- vamos a volver a merecer una mayoría muy amplia». Pero más allá de matizar que cuando dice eso no piensa en la política económica no aportó nada, escudado en que no es partidario de modificar cosas de la noche a la mañana.

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En su partido creen que hay elementos que juegan a su favor de cara a las generales: la falta de alternativa solvente y los seis millones de votos que aún conservan. El PSOE sigue sin remontar y están convencidos de que el miedo a la inestabilidad cobrará fuerza a medida que se compruebe la incapacidad de los nuevos partidos, que ya dan por sentada, para gestionar las instituciones .

Así confían en que hay margen para revertir la situación. «Queda mucho para las generales», repiten los populares en todas las conversaciones. Nadie duda de que seguirán siendo el partido más votado, pero gobernar es diferente. El temor es que pueden pasar de la mayoría absoluta más rotunda de la historia del PP a la fría oposición.

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