Arriola charla animadamante con Ruiz-Gallardón en esta foto de 2005.

Pedro Arriola, el verdugo de Gallardón

Interpreta las encuestas como quien lee los posos de café. Y Rajoy confía en él. El asesor del presidente del Gobierno y marido de Celia Villalobos dijo que el PP perdería muchos votos con la ley del aborto y con esa sentencia condenó al ministro de Justicia

josé ahumada

Domingo, 28 de septiembre 2014, 01:45

El comentario sonó a reproche estadístico, aunque era una sentencia: parte de la fuga de votos del PP en las Europeas se debía a la anunciada reforma de la ley del aborto. Lo dijo Pedro Arriola, el asesor de Mariano Rajoy, al interpretar los malos resultados de las elecciones, y Alberto Ruiz-Gallardón debió de notar cómo entraba la cuchillada entre sus costillas a pesar de que el puñal estaba cuidadosamente envuelto en seda. «Estas elecciones los ciudadanos las usan para expresar su cabreo, porque no se reparte poder», suavizaría después Arriola en una de sus poco frecuentes apariciones públicas, en la que trató de quitar importancia al triunfo incuestionable de Podemos, una cuadrilla de «frikis» que iba a darse una vuelta por el Parlamento europeo como en su día hizo Ruiz Mateos, según dio a entender. «Los ciudadanos han podido permitirse ese lujo porque daba igual».

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No era la primera vez que Pedro Arriola (Sevilla, 1948), susurraba al oído del jefe el nombre del condenado: sucedió cuando, todavía en la oposición, planteó la necesidad de presentar caras nuevas en el partido, una forma delicada de colocar a Ángel Acebes y a Eduardo Zaplana en el punto de mira. Ya entonces había quien, en el PP, le llamaba Rasputín.

Lo único que hacía en ambos casos era cumplir con su contrato, ese que le liga al presidente del Partido Popular desde que José María Aznar lo fichó, que se renueva automáticamente cada año desde entonces y que Rajoy aceptó como parte de la herencia de su predecesor. El sueldo incluye descifrar encuestas (realizarlas se cobra aparte, como las campañas electorales), ofrecer consejos estratégicos sobre política, orientar sobre el contenido de los discursos y sugerir cambios para mejorar la imagen del cliente, con un obligado acuerdo de confidencialidad. No obstante, el secreto de tan larga vinculación hay que buscarlo más en una intuición cercana a la clarividencia, que hace de él una versión actualizada del adivino de cabecera que antiguamente acompañaba a los reyes.

Para desarrollar ese trabajo exige libertad de movimientos ni siquiera está afiliado al PP, lo que algunos traducen por falta de implicación, y la posibilidad de ser absolutamente sincero. Nunca hay nada personal, porque dice lo que es necesario, no lo que piensa; él está ahí para asegurar resultados. Para sus críticos, es una forma poética de decir que se esconde detrás del presidente después de lanzar cada pedrada.

La discreción es marca de la casa. Solo así se explica que alguien con tanta influencia siga siendo desconocido para el público, y eso a pesar de llevar décadas casado con Celia Villalobos, uno de los rostros del PP que más se ha dejado ver por los platós.

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Creador de la frase: "Váyase señor González"

Pudo haber entrado en política en 1982, cuando le propusieron ir en las listas de AP al Congreso, pero él prefirió seguir a lo suyo. Licenciado en Empresariales por la Universidad de Sevilla, y en Política y Sociología por la Complutense, asesoraba a la CEOE en las negociaciones de convenios colectivos, donde cultivó el arte del tira y afloja. El giro en su trayectoria profesional se produjo en una cena con los matrimonios Aznar y Rato a la que asistió como consorte: sus atinadas observaciones y su charla animada sedujeron al momento a quien se convertiría en presidente de Gobierno.

DE CERCA

  • Familia. Tiene tres hijos con Celia Villalobos, con quien empezó a salir cuando tenía 19 años; entonces era un universitario de izquierdas que llegó a pisar los calabozos franquistas.

  • Aficiones. Es sobrino del escritor Juan Ramón Jiménez, un parentesco que no ha influido en sus lecturas le gustan los manuales de estrategia militar y la novela policiaca. Es aficionado al fútbol y socio del Betis.

  • Incidente. En 2002 asaltaron sus oficinas y se llevaron un par de ordenadores. Él aseguró que allí no había nada que comprometiese la seguridad nacional.

José María Aznar lo nombró asesor externo en 1989. Antes, colaboró con él de forma desinteresada en la Junta de Castilla y León si son ciertos los pagos que le atribuía Bárcenas, y que él negó, lo cobró después con creces: 7,2 millones. Arriola creó para él la célebre frase de «¡Váyase, señor González!», cuando fue ariete de la oposición. Luego, lo acompañó en la campaña que le llevó a La Moncloa, y siguió junto a él a pesar de que erró al augurar una mayoría absoluta. Era tanta la confianza que Aznar tenía depositada en él que le hizo formar parte del equipo que mantuvo conversaciones con ETA en Zúrich en 1999.

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Se mantuvo al lado de Rajoy, el sucesor, en su larga travesía del desierto, y le escribió en un papel aquella frase lapidaria que lanzó a Zapatero cuando negociaba con los terroristas: «Usted traiciona a los muertos». Encontró en el aspirante a presidente a un fiel seguidor de una táctica que hay quien ha bautizado como «arriolismo» y que consiste en quedarse quieto y aguantar. La puso en práctica con éxito para librarse del sector más duro del partido, y también para evitar toda confrontación con un Zapatero que se hundía solo. Una vez al frente del Ejecutivo, de él es la estrategia de huir para no responder preguntas comprometidas y, en los últimos tiempos, ha aconsejado templar el discurso contra el independentismo catalán y dejar enfriar la polémica del aborto.

Por eso resulta inútil que ahora le recuerden sus cenas de matrimonios con los Gallardón cuando coincidían en Marbella y quieran provocarle remordimientos al acusarle de dar la puntilla como ministro a quien tenía por amigo: cualquiera que le conozca sabe que no hay nada personal. Solo cumple su contrato.

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