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Ignacio Tylko
Sábado, 28 de junio 2014, 11:18
Llora todo Chile lamentándose de ese disparo al travesaño de Pinilla en los últimos instantes de la prórroga y esos tres penaltis errados en la tanda final, el último estrellado por Jara en la madera. Y celebra todo Brasil el pase milagroso de la pentacampeona a cuartos después de un duelo con más emoción que juego y en el que Julio César y Neymar acabaron como héroes. El veterano portero del Toronto canadiense porque paró dos y el astro del Barça porque acertó en el quinto de la Canarinha.
Una victoria agónica pero enormes dudas se ciernen sobre los anfitriones, a merced siempre de la estrategia ofensiva o de las apariciones de alguna estrella. Chile representa el triunfo del colectivo pero volvió a caer ante su bestia negra en los Mundiales. Brasil les apartó en el primer cruce de Francia 1998, de Sudáfrica 2010 y de este torneo vibrante.
Es un tópico más de los que atiborran el fútbol, pero es indudable que los detalles son decisivos en los duelos a vida o muerte. Por mucho que los entrenadores escudriñen las virtudes y defectos propios y ajenos para diseñar su plan, si sus futbolistas fallan de forma pueril no hay nada que hacer. O si un remate como el de Pinilla rompe el larguero o va unos centímetros más abajo.
La intensa batalla sudamericana entre los hambrientos anfitriones y los orgullosos chilenos se inclinaba pronto a favor de Brasil en una jugada evitable. Claudio Bravo regaló un córner. Por miedo a blocar el balón y a fallar, se quitó el balón de encima. Neymar dibujó un golpeo de rosca, Thiago Silva peinó y en el segundo palo entre Luiz Gustavo y Jara marcaron. Dio más la impresión de que fue en propia meta pero la FIFA concedió el tanto al central del Chelsea, que jugó pese a sus dolores de espalda.
Lastres
Chile disfrutaba de más posesión pero le lastraban varias dificultades. A su juego le faltaba pausa. El fútbol es ritmo e intensidad, pero también exige marcar los tiempos. Para dominar los espacios y actuar con temple hacen falta centrocampistas de enjundia con los que no cuenta Sampaoli. Tampoco Scolari dispone de ellos. Por eso es una selección que sufre en la salida de balón, concede pérdidas peligrosas y prefiere cederle la iniciativa al adversario y contragolpear. No es casualidad que Scolari dijera que deben tomar como ejemplo al Atlético del Cholo. Pero su método no es acorde con la historia de la pentacampeona.
Los chilenos arrancaron acomplejados. En cuanto los brasileños les encimaban y se la robaban, les temblaban las piernas. Sobre todo les generaba inquietud Neymar, muy activo aunque muy pronto se dolió tras una entrada de Aránguiz para marcar territorio porque instantes antes le había golpeado Fernandinho, apuesta novedosa de Scolari en sustitución de Paulinho.
El centrocampista del Manchester City mejoró a su selección cuando entró ante Camerún, marcó el gol y se mereció esta oportunidad que tiró por la borda. Scolari tiene acreditada fama de tozudo pero se mostró permeable. Lo que ni por asomo consigue con su discutida dirección es que Oscar se aproxime a sus prestaciones en el Chelsea. Con la Canarinha ni interviene.
La Roja evidenció que por arriba su defensa es vulnerable. Les faltan centímetros a sus centrales para poder competir por los balones aéreos con tipos como Thiago Silva. Ya les ocurrió frente a Australia, duelo en el que Cahill lo remató todo, y ante Holanda también mostraron unas debilidades que sólo desaprovechó la peor España de la historia reciente.
Sin hacer un juego extraordinario, Brasil controlaba un partido más de contras que de dominio. Pero se dejó empatar en un gol de chiste. Marcelo sacó en cortito de banda, Hulk se la devolvió mal y los dos se quedaron mirando. Hicieron el don Tancredo, valga esta expresión de la tauromaquia para el deporte rey, y permitieron que Vargas se anticipase y asistiera a Alexis. Tardó una eternidad Julio César en arrojarse a tapar el tiro raso y cruzado del azulgrana.
Chile, hasta entonces desorientada y muy timorata, hizo lo más difícil casi sin buscarlo. Y salió mucho mejor tras el descanso. Sus jugadores se despojaron de esos nervios que les atenazaban. Chile se parecía mucho más a sí misma que Brasil y eso representaba un grave problema para el anfitrión.
Sin ideas, sin fútbol, sin argumentos y sin centrocampistas para superar el buen entramado del rival, los locales ya no encontraban a Neymar, muy cansado. Sólo a balón parado o a base de pelotazos a la espalda de la defensa, los de Scolari generaban inquietud. Así llegó el gol bien anulado a Hulk porque se acomodó el balón con el brazo en el control. Julio César se desquitó de su error al desviar un disparo de Aránguiz. Era el momento de Chile. Si no lo aprovechaba, sufriría.
Miedo a perder
Entraron para la recta final Jo, que falló una ocasión cantada porque la rozó el defensa, y Ramires, incapaz de dar un buen pase. Claudio Bravo realizaba una parada fantástica. Con reflejos y manos duras, desvió el zapatazo de Hulk, que exigía más apoyo de la grada mientras Neymar seguía desaparecido.
Se llegó a la prórroga. Jo le dejó una plancha a Bravo en un balón dividido. Más torpeza del mal delantero del Atlético Mineiro que mala intención. El miedo a perder podía al deseo de vencer. Medel jugó tocado y ya no aguantó más. Se fue en camilla. Willian era la última bala de Scolari. Pinilla, con todos los chilenos muertos, tiene la última. Todo Brasil se encoge. Neymar ya no puede. Llegan los penaltis. Los había ensayado Scolari. Julio César llora, Neymar se arrodilla y Brasil avanza.
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