No es que el eléctrico no sea divertido. De hecho, en SUR hemos tenido la oportunidad de probar el anterior Cooper SE y, en términos de diversión, nos encantó. Pero es que, para los quemados, la gasolina es la gasolina. Y en Mini parecen haber escuchado nuestras plegarias, porque a la nueva generación, que en un principio llegó con una única motorización puramente eléctrica de 218 caballos, se suman ahora dos nuevas gasolinas, de tres y cuatro cilindros.
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Las versiones que se incorporan a la gama son el tricilíndrico de 1.5 litros de cilindrada y el cuatro cilindros de dos litros de cilindrada.
El primero es capaz de desarrollar 156 caballos y 230 Nm de par, con una aceleración de cero a cien en 7,7 segundos. El segundo aumenta la dosis de picante, con 204 caballos, 300 Nm de par y un cero a cien en 6,6 segundos.
¿Los consumos? Muy similares en ambos casos, con medias según ciclo WLTP de seis litros y medio en ambos casos, con un par de décimas más en el de dos litros. Sin duda, esta no es razón de peso para decantarse por el más pequeño de la gama.
A excepción de los pasos de rueda pintados en color negro, o la calandra delantera abierta para permitir la refrigeración del motor de combustión, las diferencias con el eléctrico son prácticamente nulas. Esto se traduce en un interior mucho más tecnológico y minimalista que el de la generación precedente, pero sin perder su marcada identidad.
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Se prescinde de cuadro de instrumentos, reuniéndose toda la información antes presente en esta pantalla en una nueva pantalla central de infoentretenimiento. Este nuevo display de forma redonda recurre a un panel OLED de alta resolución y 24 centímetros de diámetro. Es, sin duda, el gran protagonista de este nuevo interior, que reduce considerablemente el número de botones presentes en el habitáculo, aglutinándose la gran mayoría de las funciones en la pantalla.
La utilización de materiales, los acabados y su característico diseño nos deja claro que estamos ante un utilitario aspiracional, que pretende atacar un mercado prácticamente carente de rivales (utilitarios premium, hay unos cuantos, pero decidme uno que ofrezca una variante tres puertas y motorizaciones gasolina que se siga vendiendo en la actualidad).
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Incluso en los acabados más básicos, el Mini ofrece un buen nivel de equipamiento sin necesidad de pasar por caja dos veces, como el asistente de frenada de emergencia, el climatizador bizona o los sensores de aparcamientos delanteros y traseros, entre muchos otros. Si decidimos pasar por el equipamiento opcional, podremos incluir incluso nivel de conducción semiautónoma de nivel 2.
Sí, el Mini sigue creciendo. Ahora estamos más cerca de los cuatro metros que de los tres de la primera generación. Pero ¿qué coche no ha crecido en medidas? Todos lo hacen, y el Cooper no iba a ser menos. Dicho esto, para las medidas actuales sigue siendo un coche cuco, de medidas contenidas y pequeño para los tiempos que corren, con un largo de 3,85 metros.
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En el diseño exterior la estética sigue siendo suave y continuista, lo cual es de agradecer. El mayor cambio lo encontramos en la parte trasera, donde sus ópticas se afilan y le otorgan una estética más cabreada que en el resto de las generaciones. Eso sí, sigue escondiendo la Union Jack en su interior.
Los precios del nuevo Mini Cooper arrancan justo por debajo de los 30.000 euros y se va ligeramente por encima de los 43.000 para el Cooper S y acabado John Cooper Works.
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