Un comportamiento natural absolutamente insólito décadas atrás comienza a ser recurrente, algo en lo que el cambio climático parece tener una influencia directa. Por segunda vez, una tortuga marina boba (caretta caretta) ha elegido una playa de Marbella para anidar.
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Lo ha hecho durante la ... madrugada del viernes al sábado en el arenal de Nueva Andalucía, según ha informado la alcaldesa de la localidad, Ángeles Muñoz. La hembra ha depositado y enterrado un total de 69 huevos, de los cuáles nueve se han trasladado al centro zoológico Bioparc de Fuengirola para hacer un control más exhaustivo de cara a su próxima eclosión. El hallazgo fue posible gracias a un vecino, que estaba paseando con su perro por la zona a las 4.00 de la madrugada de hoy, vio al animal y dio aviso a la policía.
El espacio donde se ha producido el anidamiento ha sido balizado (ocupa unos cuatro por seis metros) y está siendo custodiado por efectivos de la Policía Local, agentes medioambientales y voluntarios, para evitar interferencias de los numerosos bañistas que estos días acuden hasta este popular enclave del litoral costasoleño.
Juan Antonio López Jaime y Cristina Moreno, presidente y directora de la Fundación Aula del Mar Mediterráneo, respectivamente, recibieron el aviso a primera hora de la mañana por parte de la Junta y del Ayuntamiento, y desde ese momento están colaborando a pie de playa, junto a agentes de medio ambiente autonómicos y efectivos municipales, desde una carpa situada junto al recinto acotado, cerca del hotel Guadalpin.
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«Es un hecho excepcional, este es el que hace el decimotercero a nivel nacional», explican los expertos ambientales a SUR. La puesta ha sido muy superficial, a unos 30 centímetros el más profundo, lo que hace necesarias medidas excepcionales de seguridad. Para ello, la fundación tiene previsto activar junto con el Consistorio marbellí el lunes un protocolo de voluntariado para el cuidado de los huevos, que tardarán entre 45 y 60 días en eclosionar.
Por tanto, las tortuguitas verán la luz a finales de agosto o primeros de septiembre, y hasta entonces habrá que hacer guardias de 24 horas para cuidar del nido y evitar que personas o animales puedan dañarlo. «Desde la fundación nos ofrecemos a coordinar el voluntariado con el Ayuntamiento de Marbella para que los huevos sean viables».
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Para ello, se va a hacer un seguimiento diario de la temperatura, y si es necesario se pondrá un lienzo de sombreado para controlar que esta no suba excesivamente, lo que sería perjudicial para su desarrollo. Al menos, el nido está lejos del rebalaje, donde las olas podrían dañarlo.
Además, los expertos advierten de que, tras esta puesta con éxito, cabe la posibilidad de que la tortuga vuelva a acercarse y haga otra puesta en un lugar próximo a este. «No sera la única puesta que tengamos este verano en España; cuando las tortugas necesitan poner, lo hacen», indica López Jaime.
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En cuanto a las causas de esta proliferación, el especialista en oceanografía y recursos marinos indica que los primeros casos se produjeron hace hace cinco años, cuando, al parecer a causa del cambio climático, ciertas poblaciones de tortuga boba, que es una especie migratoria, se desplazan y empiezan a formar sus nidos en zonas del Mediterráneo que ahora son más cálidas; mientras que dejan de hacerlo en otras de África (como el Sáhara y Cabo Verde), porque en sus áreas tradicionales ya hace demasiado calor para que los huevos prosperen.
La anterior ocasión se produjo en agosto de 2020, cuando otro ejemplar (se desconoce si es el mismo) hizo la puesta en Fuengirola, si bien las condiciones de esa playa, con crecidas que ponían en peligro el nido, motivó su traslado a la playa marbellí de Calahonda, donde en la noche del 22 de septiembre comenzaron a eclosionar los huevos.
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De los 72 depositados, 60 prosperaron. Las crías, incluidas las que en un primer momento se llevaron a la incubadora de Bioparc, fueron trasladadas a las instalaciones del Centro de Gestión del Medio Marino Andaluz (CEGMA) de Algeciras. Allí permanecieron durante un año hasta que se encontraron en condiciones de incorporarse a su medio natural. «Nacieron con pesos entre 13 y 16 gramos y esperamos que con el engorde lleguen al kilo o kilo y medio», explicó entonces la veterinaria Carolina Fernández Maldonado, que durante doce meses estuvo al cuidado de las crías, hasta que los caparazones tuvieron la suficiente dureza como para resistir el embate de sus depredadores naturales.
Entonces, la anidación natural de esta especie, declarada en peligro de extinción, en una playa de Málaga se vio como un hecho extraordinario, aunque los expertos ya auguraron que estas serán habituales en el futuro próximo. De hecho, desde 2001 los puntos de desove han ido avanzando hacia el sur. Los primeros aparecieron en el litoral catalán y en Levante y más recientemente, en Almería. Con el cambio climático, estas escenas cada vez serán más habituales.
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