JOAQUINA DUEÑAS
Marbella
Miércoles, 15 de febrero 2023, 00:05
El paseo de La Alameda se encuentra en plena rehabilitación integral con un proyecto no exento de controversia que ha puesto este emblemático espacio verde de la ciudad en el centro de todas las miradas. Una oportunidad para conocer la creación y evolución de esta alameda que fue «el orgullo de la ciudad en el siglo XIX», según explica el historiador local y doctor en Historia del Arte, Francisco Javier Moreno. «Un lugar con una intensidad histórica que hay que conservar», reconoce.
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En el siglo XVIII, «las ciudades pugnaban para ver quién hacía la alameda más bonita y más lujosa. La burguesía emergente era cada vez más importante en las ciudades y la alameda era el símbolo de su estatus», explica Moreno. En el caso de Marbella, la primera referencia data de 1733, cuando el alcalde mayor Diego de Falla y Villa «plantó una alameda desde la fuente del Ejido, que estaba en las inmediaciones de la actual avenida Nabeul, hasta el barrio de La Marina, por debajo de la avenida Miguel Cano».
Los álamos negros y blancos ocupaban una extensión mucho mayor de la que ocupa en la actualidad el paseo de La Alameda. «Todo cambió con la llegada de la Marbella Iron Ore Co. Ltd., que necesitó parte de La Alameda para construir sus instalaciones mineras. Se ubicaron justo en lo que ahora es la avenida del Mar hasta llegar a Miguel Cano», indica Moreno.
Gracias a eso, en 1871 se pudo culminar la ansiada alameda en honor a la reina Isabel II, anunciada desde 1834. Con un salón central de unos 130 metros de longitud (pasillo diáfano central), dos rotondas, una que aprovechaba la Pila de los Peces -una alberca de 1762- y otra donde está ahora la fuente rociera.
Las rotondas estaban circunvaladas por los canapés (bancos) que se construyeron de piedra con el respaldo de hierro. «Uno de los símbolos de ese nuevo parque fue la rejería, el hierro que financió la compañía inglesa por la concesión de los terrenos», explica. «Una singularidad que se mantuvo hasta los años 30 del siglo XX», afirma. Así, La Alameda «era el símbolo de la ciudad más que la plaza de Los Naranjos y cumplía todas las premisas de los parques burgueses del siglo XIX donde iba la gente bien a pasearse», destaca.
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«Desgraciadamente, después de la Guerra Civil se le hicieron diferentes intervenciones», señala. Principalmente, las carretera: primero la avenida Ramón y Cajal, luego la avenida Puerta del Mar y finalmente, la travesía Carlos Mackintosh, «aislando el parque de la ciudad», lamenta.
«En los años 60 el Ayuntamiento construyó el templete de la música y dividió La Alameda en parterreres. Luego empezaron a sembrarles plantas tropicales y de crecimiento rápido, con la jardinería de boom turístico. Con eso se 'apagó' la luz de La Alameda», recuerda.
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Pero «el remate» se lo dio Jesús Gil en su etapa de alcalde, «colocando el mármol, que ha significado la muerte de muchísimos de los árboles», asegura el historiador. También fue Gil el artífice de la fuente monumental central.
Impulsa Ciudad ha recogido el guante del historiador local Francisco Javier Moreno y ha propuesto un proyecto de intervención basado en su trabajo que rescata la esencia del parque original de 1871 como parque del Salón de Isabel II, recuperando su esencia decimonónica. Una ambiciosa iniciativa que incluye la eliminación del suelo de mármol, la retirada de la fuente central y la adaptación del templete y su mejora acústica, entre otras medidas.
Platean la valoración arqueológica, urbana y paisajística para poner en valor cada uno de estos aspectos. Además, pretende devolver la Pila de los Peces a su estado original ya que es la única pieza que ha sobrevivido del paseo original del siglo XVIII.
Igualmente, consideran que se debe modificar su calificación urbanística ya que «está catalogado dentro de la categoría de Espacios Libres fuera del Centro Histórico, pero, como zona de transición que es, se debe incluir la Alameda y el Casino como parte indisoluble de este Centro Histórico», argumentan.
El objetivo es recuperar su valor patrimonial para lo que será necesaria «una interpretación y valoración de un equipo multidisciplinar de especialistas: arquitecto, arqueólogo, paisajista, restaurador… ya que estamos hablando de un bien patrimonial que precisa de manos expertas en el análisis y sensibles en el tratamiento», destacan desde Impulsa Ciudad.
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