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David Lerma
Marbella
Lunes, 24 de abril 2023, 00:08
Durante el paseo del Hospitalillo al bar Yuyu´s Manuel Borrás Arana (Valencia, 1952) intercambia pareceres con Carlos Rod, editor de La Uña Rota, con quien mantuvo un diálogo dentro del festival Marpoética. Hablan de la antología que el fundador de la editorial Pre-Textos realizó en el año 2015 para Luna Libros y donde destiló peligrosamente pero con acierto 'Cien poemas en español'. «Antes de ser editor, el libro que determinó mi condición de lector fue la poesía de Rubén Darío», asegura, del cual ha incluido el soneto 'Lo fatal'. «Ya había leído inducido por mi madre la poesía de Juan Ramón y Antonio Machado'. Esos tres pilares fueron el trípode sobre el que se construye el Manuel Borrás editor», asegura. Un camino que ya decidió en plena adolescencia.
Fundada en 1976 con sus socios Manuel Ramírez y Silvia Pratdesaba, Pre-Textos es una editorial recoleta, de títulos escogidos encuadernados con «austeridad, pero no sosez», que ha venido editando poesía, narrativa, ensayo y filosofía para gozo de ese indeterminado, aunque escaso, fondo de lectores que aún no han caído en «el prurito del nuevorriquismo». Lector exquisito en varios idiomas, asegura que «tenemos el listón muy bajo». Sobran libros, hacen falta esos otros que nos den la cordura suficiente. Me ofende que se engañe a la gente». En ese sentido, asegura que en el mundo editorial «la sociología precede a la verdad».
Se entusiasma cuando se refiere al joven poeta argentino Pablo Romero, del que anunció que «va a ser todo un acontecimiento», como el canterano que deslumbra a un ojeador veterano. Su «poética editorial» se ha centrado siempre en el buen gusto, forjado en el conocimiento de los clásicos. «Como lector de narrativa soy muy decimonónico. Me formé leyendo a los rusos y los franceses», afirma Manuel Borrás.
Lector sin prejuicios
Y entonces surge el nombre de Galdós. «Ha sido denigrado, considerado un garbancero. Hay incluso un número de 'Cuadernos para el Diálogo' que había en mi casa dedicado a Galdós en que gente como Salvador Clotas o Juan Benet lo denostaban. De eso se ha pasado a lo contrario, pero por desgracia ha ocurrido con otros autores, como Juan Ramón. Si vas a las hemerotecas, verás que muchos autores de la generación del 50 acabaron reconociendo que Juan Ramón fue su verdadero maestro». Aún recuerda cuando en la facultad le llamaron fascista por llevar un libro de Manuel Machado en la mano, explica sobre la falta de tolerancia hacia ciertos autores que había en los setenta.
Surge también el nombre de Andrés Trapiello, quien inició con 'El gato encerrado' el mayor proyecto diarístico en castellano con 'Salón de Pasos Perdidos. Una novela en marcha', que ya no edita pero impulsó la carrera literaria del autor leonés. «Quedará en los anales de la segunda mitad del siglo XX. Es algo inamovible, no ya por extensión (24 volúmenes), sino porque ha sido la crónica de todos nosotros vista desde una perspectiva muy personal».
Hablando del signo de los tiempos, Borrás reconoce que «el número de lectores no ha variado». Sí hay una cosa que me ofende.Muchos amigos y amigas, lectores de verdad, cómo han claudicado. ¿Qué nos pasa?», se pregunta. «Gente que votaba a la izquierda, no al PSOE, sino a Izquierda Unida, se han pasado a Vox. No me cabe en la cabeza. De lo que no duda, no obstante, es de que «siempre habrá un lector y una buena lectora. Detrás de ellos, se esconde un crítico honesto que no se deja condicionar por absolutamente nada», afirma vehemente.
A diferencia de otros editores como Mario Muchnik o Sergio Vila-Sanjuán, Borrás no sabe si realmente algún día se animará escribir unas memorias de su vida profesional. «Tengo escritos sesenta folios», reconoce, pero no se anima. Respecto a su editorial, Pre-Textos, es optimista. «No es el momento», reconoce, pero sí deja entrever que habrá continuidad. «El objetivo no es vender. Estamos tratando de formar a un grupo de jóvenes que tomarán el relevo. Creo que tienen un gran amor por la buena literatura, mucho más que como una simple diversión». A veces, reconoce, «cuando empezábamos nos hemos sentido muy solos, a pesar del amor por nuestro trabajo».
¿Cuál es la mayor satisfacción para un editor? «Descubrir a un completo desconocido, ponerlo al alcance de los otros y que compartan la opinión favorable mía. Al lector de poesía nunca le vas a dar gato por liebre, jamás. Si te equivocas y lo engañas, lo pierdes», asegura. Luego Carlos Rod, que tiene su editorial en Segovia, se acerca y le dice: «Vamos a ver el mar». Y allá que fueron.
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