No son sólo las casas con dimensiones interminables, que también; ni la naturaleza que se confunde con los jardines; ni las vistas que la mayor parte de los días llegan hasta Gibraltar y la costa africana; ni los múltiples servicios que están al alcance de ... los propietarios. Nada de eso es lo que más valoran los dueños de las 230 villas que salpican las 900 hectáreas de La Zagaleta. La mayor parte están ahí por dos valores intangibles: la seguridad y la privacidad.
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Hay altos directivos de empresas punteras en Europa, desde petroleras hasta financieras, aunque más recientemente han comenzado a llegar cerebros de las tecnológicas. También estrellas del deporte y del espectáculo. Que no se conozcan sus nombres forma parte del trato implícito suscrito cuando decidieron adquirir una villa en el complejo. Nadie se lo salta. El director general de La Zagaleta, Jacobo Cestino, sólo accede a desmentir los bulos que en los últimos años circularon por la Costa del Sol. Vladimir Putin no tiene casa en La Zagaleta –el rumor se generó por un millonario ruso cuyas iniciales coinciden con las del presidente que hace tiempo compró una vivienda en el complejo–, tampoco Shakira, ni Cristiano Ronaldo, que recientemente pasó con su familia una semana de descanso en una vivienda de la urbanización. Rod Stewart sí estuvo, pero contratado para actuar en una fiesta privada. Llegó, cantó, cobró y se marchó. Novak Djokovic disfrutó de un mes de descanso y entrenamiento tras ganar la última edición de Wimbledon. Celebró poder volver a entrenar como lo hacía cuando aún no había alcanzado la fama: en soledad y sin centenares de curiosos escrutando sus movimientos. Muchos de los millonarios que adquieren vivienda en el complejo no sólo lo hacen para utilizarla con su familia. Tener invitados forma parte del disfrute y por eso el desfile de celebridades puede ser continuo. La más mínima indiscreción da lugar a equívocos. ¿Quiénes son los que sí tienen casa en La Zagaleta? No se suelta prenda. El secreto es ingrediente básico en su receta de éxito.
La finca fue originalmente propiedad del empresario saudí de dudosa reputación Adnan Kashoggi, que la adquirió como coto de caza. En una de las mayores acciones de irresponsabilidad megalómana que recuerda la Costa del Sol, la pobló con ciervos y otras especies traídas del centro de Europa. En La Zagaleta ya no hay prácticas cinegéticas, pero la presencia de esos ejemplares es uno de los motivos que hoy en día obligan a mantener acotada la finca para impedir los problemas ecológicos que supondría que especies foráneas se mezclaran con la fauna ibérica de la Serranía de Ronda y rompieran el equilibrio ambiental de la zona. La singularidad de la fauna que allí puede encontrarse forma parte del encanto de la urbanización y también de la necesidad de su aislamiento.
Cuando en 1991 la sociedad La Zagaleta compró la finca a Kashoggi y gestionó la aprobación de los planes parciales que permitieron su urbanización, los permisos y la norma urbanística daban para poder construir 3.000 viviendas. El fundador, Enrique Pérez Flores, que a sus 96 años aún vigila el devenir de la compañía desde la presidencia de honor, optó por ir en la dirección contraria por la que marchaba entonces el desarrollo de la Costa del Sol. Decidió que sólo se harían 400. Y además, poco a poco. Casi 30 años después solamente se han construido 230. La más modesta está valorada en tres millones de euros; la más suntuosa, en 25 millones. Por delante quedan todavía muchos años de desarrollo. Sólo se venden tres o cuatro al año, pero los precios dan para que esas pocas unidades permitan facturaciones millonarias.
La última joya a la venta es la Salucci House, una villa con números que marean: más de 1.500 metros construidos y otros 300 metros de terrazas sobre una parcela de casi 6.000 metros que se ofrece por 12,5 millones de euros. «Se acabará vendiendo» asegura el director de Marketing, Óscar Nieto.
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El mercado de esta clase de villas parece vivir al margen de los vaivenes económicos que afectan al común de los mortales, pero su gran problema es el tamaño. No son más 5.000 personas en toda Europa. En la Costa Azul francesa, en Grecia y en el sur de Portugal existen complejos que compiten por el mismo segmento.
Los compradores, explica Nieto, se lo piensan mucho. Una venta sólo se cierra después de numerosas visitas. Es una práctica habitual que antes de firmar, los compradores pidan quedarse a solas en la casa. A veces, durante horas.
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De todas las urbanizaciones de lujo que se reparten por el entorno de Marbella, La Zagaleta destaca por su condición de recinto inexpugnable. Para acceder por alguno de las dos entradas desde la carretera que une San Pedro Alcántara con Ronda, ya en el término municipal de Benahavís, hay que figurar en una lista. La barrera no se levanta antes de que el personal de seguridad apunte nombre, matrícula y destino. Todos los días, unas 1.500 personas, de las que 155 son empleados directos de la sociedad La Zagaleta, cruzan la barrera para acudir a su puesto de trabajo.
Los viales son un laberinto sinuoso que discurre por un paisaje que atraviesa pequeños valles y en el que parece imposible no perderse. En una mañana de invierno sólo se escuchan los sonidos de la naturaleza. Basta un corto paseo para entender qué van buscando quienes invierten ahí. Naturaleza, tranquilidad, privacidad.
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La vista desde el helipuerto, que se sitúa en el punto más alto de la finca, permite ver cómo han evolucionado los estilos arquitectónicos en la Costa del Sol en las tres últimas décadas, desde las típicas casas que asemejaban la construcción principal de los cortijos hasta los cubos acristalados que parecen marcar la moda en estos tiempos. Se aprecian, sin embargo, algunos elementos comunes marcados por unas normas estéticas de obligado cumplimiento. Todas las villas deben estar rematadas por techos de teja árabe y no se permite más de una altura. Los sótanos suelen ser gigantescos.
La aeroestación era muy utilizada en los primeros tiempos, antes de que se inaugurara la autopista de peaje, por los propietarios que llegaban en vuelos privados al Aeropuerto de Málaga y se plantaban en pocos minutos en La Zagaleta. Actualmente se usa sobre todo como punto de partida en excursiones a destinos como Doñana o Sierra Nevada.
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Los propietarios españoles son una minoría entre una amplia mayoría de británicos a quienes siguen en orden decreciente alemanes, suizos, árabes, escandinavos y rusos, que no son tantos como suele creerse. Cerca del 80 por ciento sólo utiliza sus villas en verano y otras épocas vacacionales. Quienes eligen vivir todo el año en la urbanización disfrutan del lujo del aislamiento, un valor muy cotizado a la hora de hacer uso de alguno de los dos campos de golf, que en un día fuera de temporada alta pueden tener menos de una decena de usuarios. «Eso es el verdadero lujo», explica el director de Comunicación, Sergio Azcona.
Comprarse una vivienda en la urbanización no da derecho a más que disfrutar del inmueble. Para acceder a los otros servicios, como los campos de golf o el club hípico, es necesario hacerse miembro del club, lo que sólo se consigue tras desembolsar una cantidad aproximada a los 90.000 euros y pagar una cuota anual superior a los 10.000. Ello da derecho, además de a las actividades deportivas, entre las que también aparece el club de tenis en el que Djokovic se entrenó a salvo de miradas curiosas, a utilizar la casa club, antigua residencia de Kashoggi en la que los socios hoy día pueden disponer de sus salones con vistas al golf o utilizarlas para organizar fiestas y recepciones. No es inusual que propietarios de viviendas organicen en La Zagaleta bodas u otro tipo de eventos.
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La tienda del club de golf, el restaurante o el local con productos gastronómicos permanecen abiertos todo el año. Pueden pasar días sin que nadie los utilice, pero ahí están por si a un socio, en un momento, le apetece hacerlo. Forman parte de lo que los megamillonarios entienden por lujo.
Entrar en el restaurante de La Zagaleta sin chaqueta podía considerarse una herejía hace no mucho tiempo, pero el perfil de los nuevos millonarios ha hecho que el código de vestuario sufra modificaciones en los últimos años. Quienes han hecho fortunas con las tecnológicas o en el mundo del deporte o el espectáculo llegan con parámetros menos estrictos que tienen su reflejo en nuevos sentidos de la estética. «Hace algunos años era impensable ver tatuajes aquí», señala un responsable de la urbanización. El nuevo perfil de edad de los millonarios ha obligado también a prestar otros servicios. La mejor prueba es el parque infantil que se ha construido junto a la casa club.
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