«Cerrar era lo que menos me preocupaba. Lo que quería era que no llegara el fuego»

Cristina no se desalojó, tiene una madre dependiente con dificultades y prefirió quedarse cerca de ella. «La Policía Local lo sabía y por eso estaba tranquila. Ellos estaban al tanto de que mi madre y yo estábamos aquí». Califica el día anterior de «raro» porque «hemos vivido muchos fuegos en Benahavís, pero hasta el punto de desalojarnos, no». Sobre haber tenido que cerrar su negocio: «Cierras un día, que es un día de pérdidas pero es lo que menos me preocupaba. Lo que quería es que no llegara el fuego», asegura.

En su terraza, un grupo de amigas también habla de cómo había sido la experiencia. «Yo no quería salir para nada. Fue una tontería. Para mí, fue todo político», espeta una de ellas que no quiere decir su nombre. Su amiga Carmen tiene una opinión completamente contraria: «Hubo mucho riesgo y después de lo que pasó hace nueve meses (en referencia al incendio de Sierra Bermeja el pasado septiembre) se tuvieron que tomar estas medidas tan drásticas», comenta. «Yo me fui a las diez de la noche y volví ayer a la misma hora. Pasé miedo porque es una situación que no te esperas», explica. Carmen se alojó con su familia en San Pedro, «si no, me habría ido a un hotel, lo tenía clarísimo», afirma.

Les acompaña Isabel que se quedó en su casa: «Yo le dije a la Guardia Civil que no me iba. Mi marido está en silla de ruedas y dijo que no se iba y yo me quedé con él», explica. No es el primer incendio que viven estos vecinos de Benahavís. «Hace unos años hubo uno por El Casar. Fue horroroso y mi hija se vino a mi casa porque las llamas estaban en frente de la suya», recuerda.

En lo que sí están de acuerdo es en que «cada vez hay más locos que meten fuego». Y es que, la sensación generalizada en el pueblo es que este, al igual que el de septiembre, ha sido provocado, un extremo que no ha sido confirmado por las autoridades competentes. «Hay muchos que les gusta darle a la cerilla. ¿Ha sido un accidente eso? No lo creo», dice Eva que regenta el estanco. Ella se marchó con sus hijos, su madre y su hermana a Cancelada, en Estepona.

También es unánime el reconocimiento a los efectivos que han luchado contra el fuego: «A esos hombres hay que darles el sueldo de los futbolistas. Jugarse la vida por nosotros, por nuestras casas y por nuestro pueblo no está pagado», destaca Manuel, del restaurante El Guarda, en la plaza. El pudo irse con unos amigos a pasar la noche. Hasta de Inglaterra le llamó uno de ellos para ofrecerle la vivienda aque tiene en la Costa del Sol. «La gente estaba cenando en la terraza y cuando pasaron y nos dijeron que en una hora teníamos que desalojar lo recogimos todos corriendo. Hasta nos ayudaron los clientes», describe. «Hubo un momento de conexión y de comunidad entre todos», subraya emocionado.