Joaquín, la víctima mortal del suceso, con su rebaño. SUR

«Seguro que se equivocaron de cortijo, mi hermano no andaba en cosas raras»

La familia del cabrero al que mataron a golpes en el triple secuestro de Casares asegura que llevaba una vida humilde con los 700 euros al mes que ganaba

Viernes, 2 de marzo 2018, 00:45

Joaquín Pérez era el tercero de cinco hermanos. De su padre, que falleció cuando él era poco más que un crío, heredó una pasión por los animales que convirtió en modo de vida. Dejó la EGB a medias y, harto de la falta de oportunidades, emigró de la localidad gaditana de Alcalá de los Gazules a Manilva. En aquel viaje de apenas 80 kilómetros lo acompañó el que le seguía, el cuarto de los hermanos, que como él probó a buscarse la vida cuidando ganado. Tenían 17 y 19 años. Los empleó Juan, el dueño del cortijo de Casares donde el pasado martes Joaquín encontró la muerte a manos de unos encapuchados.

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«Era una buena persona, un hombre trabajador muy querido en el pueblo. Todo Manilva ha venido a despedirse de él (recibió sepultura este miércoles en su pueblo natal)», proclama uno de sus cuatro hermanos, saliendo al paso de especulaciones. «No tenía problemas con nadie, ni antecedentes. Nadie de la familia los tiene», apostilla.

La reconstrucción del asalto, en la que trabaja la Guardia Civil, la hacen los familiares a partir de los testimonios de los dos supervivientes del triple secuestro: Juan (72 años), el dueño del cortijo, al que ataron a la cama; y Víctor (38), el compañero de Joaquín (39) que estaba con él en el salón viendo la tele cuando cinco encapuchados tomaron la casa. No pudieron oírlos llegar. Los asaltantes dejaron el coche aparcado más abajo, cerca de la autovía, subieron andando hasta el cortijo y tumbaron la puerta de una patada. «Mi hermano se enfrentó a ellos, por eso salió peor parado». Joaquín, según la autopsia, recibió una brutal paliza a base de patadas y puñetazos que le provocaron la muerte.

Buscaban «la droga»

A Víctor también lo maniataron y lo agredieron, igual que a Juan, al que sorprendieron dormido. Víctor consiguió zafarse y aprovechó un descuido para huir de la casa. Se escondió en el campo hasta que los asaltantes se fueron y volvió al rato para liberar a Juan, que fue en coche al pueblo a pedir ayuda, ya que les habían quitado los móviles. A esas alturas, Joaquín ya estaba agonizando.

Los delincuentes permanecieron en el cortijo desde las diez de la noche hasta las dos de la madrugada. Buscaban «la droga», como gritaron en varias ocasiones mientras los apaleaban. Destrozaron la humilde casa de campo de Juan, que tenía allí cuatro muebles viejos y una tele pequeña, y abrieron la puerta del corral donde guardaban el ganado, que se escapó aquella noche, aunque ya han podido recuperarlo. Cogieron el Mitsubishi de Juan para la primera parte de la huida y lo abandonaron en un camino cerca de la autovía, donde debían de tener preparado otro coche.

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Nadie en la familia de Joaquín da crédito a la posibilidad de que anduviera en asuntos turbios, pese a que el modus operandi de los asaltantes corresponde al de las bandas dedicadas robar droga a otros narcos, en lo que policialmente se conoce como ‘vuelcos’. El cortijo también reuniría las características de una ‘guardería’, como se denomina a los lugares donde se almacenan alijos en el campo. «Estamos todos convencidos de que ha sido un error, y le tocó a él. Allí hay muchísimos cortijos, debieron de equivocarse de casa. Mi hermano no andaba en cosas raras», aseguran.

La solidez de esa convicción no solo se cimenta en el parentesco. «Si él hubiese estado metido en esos negocios, ¿para qué iba a estar cuidando cabras, ganándose la vida como un pobre, por 600 o 700 euros al mes?», se preguntan. «En la familia sabemos la vida que llevaba. Yo iba a verlo de vez en cuando, casi todos los meses, y le llevaba ropa. A veces, hasta me pedía dinero para comprar comida para él o para las cabras, los perros o las gallinas. Era empleado de Juan, pero tenía 40 o 50 cabritas de su propiedad», aclara.

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La Guardia Civil mantiene abierta una investigación para averiguar el móvil del asalto y, sobre todo, identificar a los autores. Aunque una de las hipótesis que se plantean es la de que se equivocaron de objetivo, los agentes no descartan ninguna otra. «Yo solo pido que se aclare esto y que lleguen hasta el fondo para saber la verdad...», concluye el hermano.

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