Un mercadillo de miles de euros

Nada más bajar las escaleras que llevan hasta la zona central del mercadillo, uno de los primeros puestos que es el de Leonor Serrano. Junto a diversas cerámicas granadinas, Serrano cuenta con un llamativo palio francés del siglo XVIII. «Está conservada en perfectas condiciones, que es algo muy difícil de encontrar», explica. Dada su antigüedad y su estado de conservación, esta pieza puede alcanzar los 4.000 euros.

Otra de las cosas que se puede descubrir en este singular mercadillo es que no hace falta optar por los Rólex para dejarse una millonada en relojes. El puesto de Israel Moreno, que acude este año por primera vez junto a su familia, muestra entre sus piezas un imponente reloj de mesa tallado en bronce, con dos candelabros decorativos. El conjunto completo alcanza los 3.500 euros. Y aunque tiene dos siglos de antigüedad, su mecanismo interno aún funciona.

Apoyadas contra la fachada de la plaza de toros, Bernardo Vázquez tiene entre sus joyas de la corona dos piezas sobre madera. Una, un fragmento de un retablo del siglo XVI de la escuela flamenca. «Por el nivel de los detalles, se le puede atribuir a un gran maestro», afirma. Junto a este retablo reposa un tríptico en madera de nogal de la misma época. Cada una de estas piezas únicas puede alcanzar los 14.000 o 15.000 euros.

A pocos metros de ellos, en el puesto de otro anticuario novel en este mercadillo, se muestran los que probablemente sean los dos productos más valiosos de toda la zona, ambos con un valor de 20.000 euros cada uno. El primero es una escultura en mármol de metro y medio de altura de una mujer, procedente de una historia árabe, y la otra, un jarrón de cerámica de en torno a 1920.

El último artículo de esta lista, un cuadro del escultor Garci, es de 2017. Lo llamativo de esta pintura, que alcanza los casi 2.000 euros, es su contenido: un Don Quijote de mirada desafiante con guantes de boxeo. «Es un reflejo de mi visión para solucionar los problemas de España, pero con una perspectiva cómica», explica su autor. Un amigo suyo, juez, ha impreso la imagen en una camiseta. El autor muestra orgulloso una foto del resultado ya impreso, en la que se ve al Don Quijote boxeador al frente y, detrás, la frase «Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es locura ni utopía, sino justicia».