César Sánchez tuvo la oportunidad y responsabilidad de salvar la vida de un niño que no conocía y no la desaprovechó. Es policía local, pero este acto de heroísmo no lo realizó durante su actividad profesional, sino desde los quirófanos y sin conocer a quién iba a salvar. La donación es una lotería. Es muy complicado encontrar un donante compatible, pero en este caso a César le tocó el gordo. Sí a César, también al pequeño paciente, pero está convencido de que ha tenido mucha suerte al poder salvar a un niño. «No hay satisfacción más grande que saber que una persona vive gracias a ti» asegura este donante que percibe su acción como un regalo. ¿Que será para el niño y su familia?.
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Como otros agentes, César donó sangre y médula en una campaña iniciada en la Jefatura con motivo de la ola de donaciones impulsadas por Pablo Ráez. No suele hablar de su donación, pero cuando lo hace, mucha gente le comenta que también es donante. «Pero no es así. Han dado una muestra para el banco de médula, pero no han donado. Desconocen todo el proceso», aclara.
Cuando te extraen sangre sólo toman una muestra para guardarla en el Registro de Donantes de Médula Ósea (REDMO) creado por la Fundación Josep Carreras en contacto con el banco mundial de donantes. En esa muestra sólo se analiza la mitad de los parámetros necesarios para comprobar la compatibilidad con un posible demandante. Si ésta se produce, hay que someterse a una serie de pruebas y nuevas extracciones para determinar si el resto de parámetros es coincidente. En este caso la compatibilidad fue del cien por cien.
El 70 por ciento de los pacientes que precisan un trasplante no dispone de un donante compatible en su familia. E incluso en estos casos el familiar suele ser compatible sólo en un 70 por ciento de los parámetros. «Yo era como un gemelo genético de este paciente y me preguntaron si quería seguir adelante. Le dije que sí», recuerda.
Cuando un donante da este paso tiene dos formas de donar médula: por aféresis, a modo de diálisis obtienen las células madres; o entrando en quirófano, extrayendo la médula con una jeringuilla directamente de las crestas ilíacas (hueso de la cadera). Pero el paciente compatible con César tenía aplasia medular, es decir que carecía de células encargadas de la producción de la sangre en la médula ósea y era vital que la extracción fuera directamente del hueso.
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Tuvo que ingresar durante días en el Hospital Carlos Haya, aislado, en la planta donde muchos enfermos esperan un trasplante. Allí algunos le preguntaban a César si también estaba enfermo y se sorprendían cuando les contaba que iba a donar y que lo iba a hacer para un desconocido. Incluso el personal médico se asombraba de que una persona sana se sometiera a estas pruebas por un desconocido. «Me decían que era un héroe, pero yo no me considero tal. Creo que es mi deber salvar a un persona si está en mi mano», insiste. Por esas fechas, el año pasado sólo otra persona se había sometido a este tipo de donación en Carlos Haya y lo había hecho para un hijo.
Este héroe local recalca que Pablo Ráez, que inició esta oleada de donaciones, murió pero no su legado. «Está bien que todos salgamos haciendo el gesto de siempre fuerte. Pero esto no es una moda. Hay muchos Pablo Ráez en los hospitales, de todas las edades, pidiendo una médula, esperanzados en que tú vayas y dones. No es fácil. Pero estamos salvando la vida de las personas y mañana te puede tocar a ti y te puede hacer falta y te gustaría que apareciera una persona que diga aquí estoy yo».
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Lo habitual es que se extraiga un litro de médula, pero a César le sacaron 1,8 litros al comprobar su perfecto estado de salud. No fuma, ni bebe, hace deporte y no sufre enfermedad alguna. Esto hizo que su organismo tardara en recuperarse sobre todo anímicamente. «Mis amigos y familiares me llamaban para preguntarme cómo estaba y me ponía a llorar. Es duro emocionalmente, pero el fin merece la pena».
En España está prohibido que el donante y el receptor tengan contacto o se identifiquen. Pero César consiguió, a través de la Fundación Josep Carreras, saber que era un varón, de Chile, de 13 años. «Mi hijo también tiene 13 años y cuando me dijeron que el receptor era de la misma edad se me cayeron dos lagrimones. Así que sí o sí lo iba a hacer», recuerda.
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Los donantes pueden dar marcha atrás en cualquier momento del proceso. «Pero sabes que una vez que el receptor entra en quirófano para recibir tu médula, si te echas atrás, muere», explica rotundo. Por lo que la responsabilidad es máxima.
Desde la Fundación mantienen un comunicación permanente con los donantes para saber cómo se encuentran, y pasados unos meses de la donación le confirmaron a César que su receptor había superado los cien días críticos, que le habían dado el alta y que iba a pasar las navidades en su casa. «Es una satisfacción y una alegría indescriptible. Saber que has conseguido que ese niño salga del hospital, eso no está pagado», resalta al tiempo que comenta que estaría encantado de recibir cualquier comunicación que quisiera trasladarle este niño o su familia, siempre a través de la Fundación.
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César no quería hacer pública su donación, pero desde la Fundación le han pedido que difundiera su experiencia para animar a donar. Entre los mensajes que quiere lanzar está que este proceso no es tan fácil como donar sangre «esto requiere viajes, muchas extracciones de sangre, pruebas médicas, mucho sacrificio, pero estamos hablando de salvar una vida. Y da igual, merece la pena cien por cien».
Muchas conocidos le han reconocido a César que sólo se someterían a este proceso si fuera para su propio hijo. «Por tu hijo lo harías ¿pero no por el mío o por el de otra persona? Ponte en su lugar. No podemos ser tan egoístas y pensar solo en mi familia y el resto, mala suerte, te ha tocado. Porque puede ser que no puedas ayudar a tu propio hijo y necesites a otra persona», advierte.
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Desde la Jefatura de la Policía Local de Marbella sí han reconocido el gesto desinteresado de César y le concedieron la máxima condecoración del cuerpo: el distintivo rojo de máxima categoría al mérito policial. Uno de los valores que se reconoce con este distintivo es poner en riesgo la propia vida en defensa de los demás, algo que se entiende innato en los agentes de los cuerpos de seguridad. César puso en riesgo su vida, pero no lo hizo en las calles, sino en el quirófano
Esta condecoración la recibió de manos del padre de Pablo Ráez, que fue quien hizo que César diera el primer paso. «Gracias a él yo puedo decir que he salvado la vida a una persona. Espero que muchos más sigan su ejemplo como yo lo hice», concluye.
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