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Esther Gómez
Marbella
Domingo, 17 de abril 2022, 23:53
Las cosas cambian y el mundo evoluciona, y de la mano de esa natural adaptación al devenir de los tiempos surgen nuevas formas de expresión y también nacen nuevas maneras de hacer, crear y entender el arte. Tal es el caso del grafiti y de ... los pintores que, como José Enrique Ragel, al que muchos llaman «el grafitero del bien», apuestan por él como forma de ganarse la vida.
Esta creativa técnica pictórica hunde sus raíces en la Antigua Roma -aunque muchos piensen que es de ayer- y se popularizó a mediados de los 70 -a modo de «acto vandálico» en Estados Unidos, donde ensuciaban vagones de tren-. A partir de los 80 dio paso a un movimiento que cambió el tren por paredes y muros para, finalmente en los 90, acompañar a toda una generación cuyas obras reflejan los enfoques y objetivos más variados.
Ragel es un «artista callejero» -como él mismo se define-, un pintor que no usa pinceles -le agobian-, sino botes de spray de colores vivos, al que no se le resiste ninguna pared -ni interior ni exterior- por compleja que sea, que siempre tuvo «buena mano» y al que le encanta dibujar retratos, animales y obras 3D que «se salen de la pared».
Corazón campanero
En su Carné de Identidad reza que nació en La Línea (Cádiz), pero su corazón se siente campanero. Se mudó a Nueva Andalucía con sus padres cuando era un niño y ha pasado toda su infancia y la mayor parte de su juventud en La Campana.
Hoy vive y trabaja en San Pedro Alcántara, a escasos minutos de la que fuera su casa, y en estos enclaves se pueden ver muchos de sus trabajos como el Quijote de San Pedro, la Virgen del Carmen del Ingenio o la Ascensión de la cúpula de la Parroquia de la Virgen Madre en Nueva Andalucía, aunque no únicamente.
Si bien su taller está en San Pedro, le «llaman de todos lados», asegura, y hay murales suyos por toda la costa, desde Puerto Banús a San Pedro. También se puede seguir el rastro de sus ágiles trazos hasta municipios como Coín o Montecorto, donde pintó un mural exterior de 43 metros, el más grande de la Serranía de Ronda, comenta con satisfacción.
Le gustaría dejar «algo bonito, que aporte y que perdure» en Marbella, donde se siente «un poco olvidado» -confiesa- o repetir como docente para mostrar a niños y jóvenes la diferencia entre arte urbano y vandalismo y las muchas posibilidades del que considera «el arte del futuro», concluye.
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