Puenta de mono en la vía ferrara de Casares.

La vías ferratas de Casares, una aventura de bajo riesgo

Hasta mediados de enero, el Ayuntamiento proporciona gratuitamente un guía y material de escalada a los visitantes

DAVID LERMA

Casares

Sábado, 19 de noviembre 2022, 00:22

La primera de las dos vías ferratas de Casares es la más difícil (K3), pero no lo suficiente para cualquier persona en un moderado estado ... de forma, a pesar de su verticalidad. La bella y áspera zona de roca calcárea del Tajo de la Planá no supone ningún desafío para los escaladores que suelen visitar la zona, pero ya solo por las vistas en un día claro merece la pena afrontarlas.

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El Ayuntamiento del municipio está impulsando el deporte de aventura en la zona y hasta mediados de enero ha dispuesto de un guía y material de manera gratuita. Los dos recorridos suman 180 metros a través de los cuales se sitúan escaleras de acero, pasos y puentes monos para desplazarse por la cornisa de piedra hasta alcanzar el Castillo de Casares. Allí una singular lontananza aguarda al escalador: las estribaciones de la Serranía de Ronda, la bahía de Algeciras, Jimena, Castellar y Gibraltar.

Víctor Román, aventurero y empresario, garantiza estos días la seguridad de estas dos vías ferratas, instaladas hace cuatro años y a disposición del escalador durante todo el año. «Conforme subes por la pared, dos mosquetones sujetan al escalador inexperto a un cable de acero. Siempre hay uno enganchado». La clave, asegura, son los disipadores, que amortiguan mejor una caída que una simple cordada de montaña, de modo que la única dificultad que entraña es el propio miedo que uno trae consigo, ya que en cada tramo solo puede discurrir una sola persona. «Si yo me caigo, podría arrastrarte a ti».

En la primera vía, se alternan los tramos verticales con travesías en horizontal y el paso un puente mono de unos quince metros de longitud. «Es muy divertido», afirma. «Luego continúa la ascensión hasta una zona donde encontramos otro puente mono, pero cambiando la dirección de la marcha, un zigzag. «Son paredes que no superan los treinta metros de altura, pero a esa altura puede entrarte ya un poco de canguelo», dice riendo.

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A pesar de todo, a día de ayer, las reservas están completas, tal ha sido el éxito de la iniciativa municipal que ha arrancado esta semana. Pero ¿qué pasa cuando alguien se asusta? «Hay gente que lleva muy mal el tema de la altura. Es como cuando estás en el mar, hay que dar mucha calma». En lo peor, el escalador va unido a una cordada con Víctor, que le permite controlar las situaciones de crisis. «A veces basta con hablar con esa persona y explicarle cómo hacen las cosas. Muchas veces es mejor continuar que echar marcha atrás. De todas formas, estos días han venido muchos valientes.

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