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Tras cruzar el arco de entrada a Marbella, Camilo José Cela cumplía indefectiblemente con un ritual. Paraba en casa de su buen amigo José Manuel Vallés, donde le esperaba un platito de arroz cocinado por la mujer de éste, Finuca Segarra. Al Nobel ... de Literatura le pirraba el toque que la alicantina confería en todas sus formas a este ingrediente tan típico de la gastronomía valenciana. La ligazón que el prolífico escritor nacido en Iria Flavia mantuvo con Marbella desde principios de la década de los 70 hasta su muerte en Madrid en el año 2002 es tan entrañable y estrecha como desconocida. Por suerte, viven muchas de las personas que tuvieron relación con el gallego en la ciudad costasoleña y que dan cuenta de la faceta amable del autor de 'La familia de Pascual Duarte', 'Viaje a la Alcarria' o 'La Colmena'.
En público era defensor del taco, como se sabe, pero desde luego que no lo empleaba que se recuerde en las frecuentes charlas que mantenía con los alumnos del Colegio Rodrigo Bocanegra del que era director su camarada Vallés. El maestro tiró en numerosas ocasiones del literato para que mantuviera conversaciones con los alumnos en el mismo centro. ¿Y de qué hablaba el ya consagrado Cela con niños y adolescentes? Pues de todo. El comunicador Francisco Moyano, testigo de algunos de esos encuentros, recuerda muy bien el día que un alumno de prescolar de 5 años preguntó con total inocencia: «¿Y usted por qué está tan gordo?» La respuesta fue sincera y comprensible: «Porque como mucho».
Moyano, colaborador por aquellos años de Radio Marbella, Radio Cadena Española y Radio Nacional de España, Radio Cinco (RTVE), destaca el poder de conexión de Cela con los chavales aun empleando cultismos en aquellos amenos diálogos en los que también había espacio para la Literatura. Entre los alumnos del colegio, un joven Diego Arrabal. El hoy famoso 'paparazzi' inmortalizó algunos de estos encuentros con su cámara de carrete; sin duda ya empezaba a hacer sus primeros pinitos en la profesión.
Los viajes de Cela a la ciudad se sucedían en cualquier época del año. El hijo del fallecido Vallés, el abogado Federico Vallés, apunta que se alojaba en habitaciones de cortesía que los hoteles más lujosos ponían a disposición del literato previa gestión de su padre, quien lo recogía en coche cuando aterrizaba en el aeropuerto de Málaga. Apunta el abogado que acudía a Marbella a ver a sus amigos. A descansar. Lo que no significa que se abstuviera de escribir durante sus estancias o de involucrarse en el día a día del pueblo. Pasó, desde luego, como muchos otros personajes, por las instalaciones del mítico Incosol para hacer curas de peso. Un año antes de recibir el Nobel, en 1988, fue pregonero de los Romeros de San Bernabé, una hermandad de gloria muy querida por los marbelleros. Moyano detalla que en aquel acto multitudinario celebrado en el Hotel Atalaya Park, Cela pronunció «un pregón literario, donde habló poco del Santo Patrón, pero sí de Marbella y de su fiesta». Se integró en la Academia Gastronómica de la ciudad, donde hizo buena amistad, entre otros, con el médico Andrés Manuel Sánchez Cantos.
La ciudad le devolvió la entrega poniendo su nombre a la biblioteca pública, hoy cerrada por filtraciones de agua, y años antes a una vía principal del centro. Desde 1976 el nombre del académico figura en el callejero. La placa se descubrió un 17 de enero, el mismo día en el que fallecería 26 años después. En los momentos en los que se celebró aquel acto España se encontraba inmersa en los primeros compases de la Transición, por lo que el homenajeado habló de política con los periodistas congregados, asegurando que afrontaba el momento con curiosidad, pero también charló de Literatura y hasta de asuntos teológicos.
«A nivel íntimo era afable, educado, correcto, culto. Muy alejado del personaje que se creó malhablado y que se encargó de difundir la prensa», apunta Vallés hijo, quien recuerda largas tardes de sobremesa después de compartir con el autor sabrosos «pucheros» cocinados por su madre. Fueron tan estrechos los lazos que hizo con esta conocida familia de Marbella que, cuando le concedieron el Nobel, en el reducido cupo de invitados que permiten a cada ganador, Cela quiso invitar al elegante acto en Suecia a su amigo Vallés. Semanas después de recibir en Estocolmo tan apreciado galardón compartiría la Nochebuena con toda la familia. «Llegó y tiró la medalla del Nobel en el centro de la mesa», recuerda el abogado como gesto del justo valor que el autor, ganador también de los premios Príncipe de Asturias o Cervantes, otorgaba a las distinciones y prebendas de las que disfrutaba; entre estas últimas un sello de Correos ad hoc por el que se libraba de tener que poner estampillas a sus comunicaciones postales.
Marbella no quedó huérfana de episodios marcados por las características del personaje. El más importante por su trascendencia pública fue el ocurrido en una fiesta en agosto de 1991. No son pocos los que presenciaron en directo el célebre puñetazo de Cela al periodista Jesús Mariñas, al que además intentó tirar a la piscina. Muy mal le sentaron los comentarios que, al parecer, hizo el entonces columnista de la revista 'Época' sobre presuntos problemas ginecológicos de Marina Castaño, con quien había contraído matrimonio en marzo de ese año.
Su ligadura a la localidad se produjo décadas antes de este escándalo y en ella tuvo que ver la literatura. En 1972 se celebró la primera convocatoria del ya extinto Premio de Novela Ciudad de Marbella, una iniciativa del entonces delegado de Cultura, a la postre íntimo confidente, José Manuel Vallés. Empeñado en contar con un peso pesado de las letras para engrandecer el certamen, no dudó en entrevistarse con Cela aprovechando que se alojaba en el Hotel Málaga Palacio. Aquel encuentro dio sus frutos. A la vista está. El académico presidió el jurado a partir de 1973, iniciando una larga y verdadera relación con Marbella y sus gentes.
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