Domingo, 23 de enero 2022, 00:58
Las obras en las céntricas calles Nuestra Señora de Gracia y Virgen del Pilar en Marbella se cobran sus primeras víctimas entre los comercios de ... la zona escasamente 12 días después del comienzo de unas polémicas actuaciones que mantendrán levantadas ambas calles entre siete y ocho meses y limitarán el tránsito por ellas de vehículos y peatones, en principio, hasta después del verano.
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Hay negocios, como el restaurante italiano Mastro Titta, que directamente han bajado la persiana sin fecha de reapertura; y otros, como DisOfic, que han colgado en su escaparate el cartel de cerrado y han traslado su actividad a «calles con más movimiento». También hay emprendedores que simplemente han optado por postergar el arranque de sus proyectos a fechas más favorables y, finalmente, están los que tienen que continuar a pesar de todo, la gran mayoría. Esa gran mayoría debe abrir todos los días y enfrentarse al panorama desolador de ver sus locales vacíos en momentos en los que deberían estar rebosantes de actividad, tal es el caso de las populares cafeterías Acapulco y Molino.
Tras la barra, el propietario de Acapulco, David López, servía unos cafés con tostadas para algún desayuno tardío. En la calle, las máquinas ya habían empezado a trabajar y una perforadora levantaba el asfalto junto a la misma acera donde había colocado varias mesas. El ruido era ensordecedor, no invitaba a quedarse, así que los pocos clientes que había apuraban sus consumiciones y se marchaban. David está muy preocupado, le van salvando el día los clientes habituales -trabajadores de la zona- pero confirma que está entrando menos público. «Al estar todo cortado, la gente no llega hasta aquí -lamenta- y el negocio así no se puede sostener mucho tiempo». No se opone a las obras, pero cree que se podían haber planificado de otra manera.
En la misma tesitura se encuentra su vecino, Tomás Chacón. Era la hora del aperitivo y él -acostumbrado a trabajar duro- se afanaba en mantener limpias las mesas de un local sin clientes, aunque era la hora del aperitivo y debería estar lleno, aseguraba. Recorría el salón de un lado a otro con la mirada y señalaba las sillas vacías mientras repetía apesadumbrado: «Esto es un desastre. Un desastre. Mire la hora que es y como estamos».
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Detrás de cada negocio y de quienes los regentan hay una historia de esperanza que, en muchos casos, se tornó en drama con la llegada de los confinamientos, los toques de queda, las restricciones a la movilidad… En resumidas cuentas, con la falta de clientes y no poder abrir. Y entre estas situaciones difíciles está la de Sergio Alejandro Suárez. Este venezolano llegó a España tras un intento de secuestro en el que estuvo a punto de perder la vida y hace algo más de un año decidió abrir un centro de lavado de vehículos -Marbella Underground Car Wash- en la calle Virgen del Pilar. Paradójicamente, la compleja burocracia, que le ha impedido abrir durante todo este tiempo pero le ha obligado a seguir pagando su alta en el régimen de autónomos de la Seguridad Social, le dio el visto bueno para arrancar el viernes 7 de enero y las obras le llevaban a cerrar el lunes 10. «Todo un despropósito», se queja, y subraya que a su negocio no se puede ir si no es en coche.
El miedo a no poder aguantar otra «mala racha» y la incertidumbre ante un futuro al que no saben si podrán sobrevivir es la tónica general entre los comerciantes del barrio. No se trata de las obras en sí mismas, aseguran, sino de que estas se realizan «en el peor momento», justo tras casi dos años de una crisis que ha castigado con dureza al pequeño comercio y puesto en jaque al ocio y la restauración.
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Ante «una situación que se vuelve a poner complicadilla después de dos años de pandemia en la que ¿quien no ha tenido que pedir un préstamo para hacer frente a la que nos ha caído?», Pepe Núñez -que regenta una tienda de moda de caballero en la confluencia de Alonso de Bazán con Nuestra Señora de Gracia desde hace una década- se ha visto obligado a recortar y ha cancelar algunos de los pedidos que tenía previstos. Con preocupación, pero también con esperanza de que las obras no les afecten en demasía, está viviendo la situación Aurora Gracia -propietaria de un establecimiento de moda femenina en Nuestra Señora de Gracia-. Mientras, desde su copistería en esta misma calle, Sebastián Machuca insiste en que «esto es una locura y va a ser la ruina para todos los comerciantes». Con el semblante compungido comenta que quienes tienen sus negocios en la parte central y el fondo -las áreas menos accesibles- «van a tener que cerrar».
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