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DAVID LERMA
Marbella
Domingo, 4 de diciembre 2022, 00:24
Dice la escritora de origen uruguayo Carmen Posadas que «el espionaje es la segunda profesión más antigua del mundo». Ayer estuvo en el Bazar Solidario de Cáritas de Marbella presentando su último libro, 'Licencia para espiar', dedicado a todas las mujeres que se han dedicado ... al turbio pero fascinante arte del espionaje, un mundo que conoce muy bien. Hija de diplomático, la escritora y su familia fueron espiadas de manera torticera durante su juventud cuando residía en la Unión Soviética. «Los micrófonos a veces se invertían y escuchábamos a las cuatro de la mañana la música que ponían, una discusión acalorada o un partido de baloncesto». Deslumbrante en su conversación, Posadas ha escrito un libro que le habría gustado al poeta Robert Frost, quien dijo «que un buen diplomático siempre se acuerda del cumpleaños de una mujer, pero no de su edad». Hoy, discretamente, ella es la espiada.
-¿Hace cuánto no venía por Marbella?
-He pasado muchísimos veranos aquí, pero llevo dos o tres años sin hacerlo. Incluso tengo una casa en El Saladillo, pero en estos momentos la tengo alquilada.
-¿Por qué ha venido al bazar? ¿Quién la ha invitado al bazar?
- Mi amiga Carmen Quesada, que llevaba diciéndome años «tienes que venir, tienes que venir». Siempre había algún contratiempo, pero este año le dije que voy por encima de todo.
-Acaba de publicar un libro sobre mujeres espías.
En 1972, nombraron a mi padre embajador de Uruguay en Moscú. Era como vivir en una novela de espías, pero no de James Bond sino de Anacleto, agente secreto. Todo funcionaba fatal.
-Hay un personaje en este libro muy bien escrito, Servilia, amante de Julio César y madre de Marco Junio Bruto.
-Es uno de mis pasajes favoritos. No sabía que era amante de Julio César. Esa es la razón por la que le consideraba su hijo. Tuvieron una larga relación de unos treinta años. Me llamó la atención el enterarme que ella sabía que su hijo estaba en la conjura y, en un momento dado, tiene el dilema de salvar a su amante o salvar a su hijo. Se sabe que le mandó una notita, pero Julio César no hizo caso a ninguna de las señales que le mandó el destino. Ni «el guárdate de los Idus de Marzo», ni sus propios espías, que le habían advertido de que estaba implicado Bruto. Pero no vamos a revelar qué contenía.
-¿Las mujeres espían mejor?
-Querría haber hecho una historia del espionaje, pero es enorme. Luego me di cuenta de que había historias extraordinarias de mujeres espías cuya historia no se conocía, precisamente porque eran muy buenas.
-En ese sentido, ¿Mata Hari no lo fue?
-Es una sorpresa que me llevé. Es el epítome de las espías, pero en todos los tratados serios ni la mencionan. ¿Cómo es posible? Era tan chapucera que no podía estar aquí, pero al ser un emblema de las espías me propuse contar su verdadera historia. Era pésima y solo le movía el dinero.
-¿Conoce a alguna espía española?
-Quería acabar el libro con un testimonio de una mujer que se dedicara a esta profesión en este momento. Tengo un amigo en Centro Nacional de Inteligencia (CNI) que me hablo de una. Me costó muchísimo convencerla. Le dije que no quería que me contara sus operaciones, porque quería conocer este mundo desde el punto de vista humano: cómo te fichan, te entrenan, el precio a pagar. Hablé también con otra espía en activo de la Guardia Civil.
-¿Cómo empieza hoy una espía en España?
-En el caso de la Guardia Civil porque tiene cualidades. Ya era agente, pero vieron que tenía capacidades específicas que podían servir. En su caso, es la memoria fotográfica. Registra todo lo que ve. Conoció a mi hija en un hotel durante un desayuno y diez años después se acordaba de lo que había comido. La otra tiene más o menos mi edad.
-¿Cómo empezó?
-Tú no te puedes postular, te tienen que invitar. En ese momento estaban buscando mujeres. Ahora hay paridad, pero en aquella época, no. Buscaban mujeres que fueran universitarias y que hablaran idiomas. Tienen que hacer un entrenamiento, pero antes de superarlo, investigan cómo es tú familia y cómo eres tú. No puedes tener ninguna flaqueza, porque te descartarían. El entrenamiento es de todo tipo, muy técnico. Al cabo de dos años y medio todavía no estás aceptada. En cualquier momento te pueden enviar a casa. Hay espías de todo tipo. No todos son como James Bond. Como mi hermana Dolores, que le ofrecieron serlo porque habla ruso muy bien. Estaba fascinada, hasta que se enteró de cuál iba a ser su misión, que consistía en estar en una mesa escuchando Radio Moscú durante seis horas. Eso es aburridísimo.
-¿Desde cuándo se documenta el espionaje?
- La primera misión de espionaje sale en la Biblia. Hay muchos libros sesudos sobre el tema que me proporcionó mi amigo del CNI, pero son muy aburridos. ¿Cómo se puede escribir de forma tan aburrida sobre un tema tan apasionante? Espiar tiene una parte muy glamurosa, pero también parte burocrática y oscura.
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