Carlos Vinuesa: «Si alguien necesita de otra locura como esta, allí estaré»

Cualquiera que estuviera presente en el momento de la llegada a puerto lo conservará en su retina durante muchos años. El agua salada del mediterráneo comenzó a mezclarse con el agua dulce de las lágrimas emotivas de familiares y amigos, al igual que las del propio Carlos, al que la emoción inundó nada más completar el reto y levantar los brazos dedicándolo al cielo.

Sus primeros pasos en tierra fueron recibidos por el abrazo de su madre, Isabel, seguida de su pareja, Raquel, de su hija, María y el resto de sus familiares. La emociones, a flor de piel durante todo el día, ya no se podían controlar al igual que las lágrimas de alegría por haber completado una hazaña que, además de la parte solidaria, suponía para el nadador hacer un homenaje a su padre, Carlos, persona íntimamente ligada al deporte local linense y esteponero, a la que la vida se llevó antes de tiempo.

Los primeros minutos, tras poner pie en tierra, los vivió entre los aplausos de todos los que quisieron agradecer in situ la increíble hazaña llevada a cabo, con la que se podrá ayudar a cinco entidades o familias que lo necesitan, una por cada uno de los cinco municipios que ha atravesado – La Línea, San Roque, Manilva, Casares y Estepona – durante la travesía. Uno de los que esperaba con ilusión a Carlos, a su llegada a puerto, era Alexis, un pequeño de Estepona que, gracias a la contribución económica recaudada con el reto, podrá contar con un perro adiestrado para detectar y prevenir los ataques epilépticos severos que padece y que obliga a que sus padres deban turnarse para vigilarle durante la noche, momento en el que se acentúan sus problemas. «Su madre me dice que para su familia he sido como un ángel caído del cielo», recuerda emocionado el deportista.

Preparar una prueba de estas características ha requerido de un esfuerzo largo y de un entrenamiento concienzudo, que este intrépido nadador parece dispuesto a repetir si surge de nuevo la oportunidad de colaborar con alguna iniciativa solidaria. «Ha sido algo muy gratificante. No quiero decir que vaya a pensar ya en otro, pero con el tiempo si alguien necesita de otra locura como esta, allí estaré para colaborar».

Descansado y, todavía asimilando lo vivido, Vinuesa solo puede afirmar que la experiencia ha sido «súper positiva». «La organización y todas las personas implicadas han hecho un trabajo inmejorable y, en el plano individual, me encontré fenomenal físicamente, con solo alguna molestia en el hombro», asegura. Con un ritmo espectacular, de 17 minutos por cada mil metros, consiguió acabar el desafío en doce horas, bastante antes de lo previsto. Únicamente un par de corrientes en contra en los primeros momentos pusieron algo de dificultad. Superado el escollo, quedaba lidiar psicológicamente con la exigencia de la prueba y tener un buen avituallamiento, que consistió en una serie de paradas, cada media hora, para enjuagar la boca con agua dulce, ingerir algunos centilitros de líquidos isotónicos y poco más.

Tras haber superado la prueba, el agradecimiento es enorme y hacia muchas personas. «los que vinieron conmigo en kayak, los patrones y el personal de las embarcaciones de apoyo, el médico que nos acompañó, el nadador Antonio Atienza, que hizo conmigo buena parte del camino; los chicos del club de Paddle Surf de Manilva o los del Club Natación Estepona», rememora Carlos, tratando de no dejarse a nadie sin mencionar. «La ayuda fue fundamental, sobre todo en el aspecto psicológico».