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ROSA VILLACASTÍN
Jueves, 28 de agosto 2014, 00:30
El título de esta crónica no es cosa mía, por más que me guste tanto que se lo he birlado al protagonista de esta historia que no es otro que Manuel Díaz, El Cordobés. Un hombre que se bebe la vida a borbotones, de una personalidad arrolladora, que disfruta con lo que hace dentro y fuera de las plazas de toros, a quien le gusta pasar los veranos en Marbella junto a su familia: con Virginia, su mujer, y sus hijos Manuel, Triana y Alba, la mayor, fruto de su relación con Vicky Martín Berrocal, con la que mantiene una estupenda relación de amistad, en la casa que ambos tienen a las afueras de la ciudad. Un lugar privilegiado donde puede descansar y donde encuentra la paz que todo torero necesita para después dejarse la piel por las plazas de media España. Se le puede ver bañándose con su prole en la playa de la Mangaleta o como el pasado domingo comiendo en el Harrods Café, de Puerto Banús.
Viéndole trastear con sus tres hijos por el mercadillo que hay en la Plaza de Antonio Banderas, me dio la impresión de que pese a los cientos de toros bravos a los que ha tenido que enfrentarse a lo largo de su dilatada carrera, Manuel sigue siendo un niño. Un niño grande que disfruta tanto o más que sus propios hijos, a los que trata con un inmensa ternura y de los que estuvo pendiente toda la tarde.
Es Manuel una persona sencilla, que por lo mucho que ha tenido que bregar, por las propias circunstancias de su nacimiento (su padre, Manuel Benítez, nunca ha querido reconocer su paternidad, por más que sea su vivo retrato), sabe apreciar lo que vale una caricia, un beso, que un padre se desviva por enseñarles a sus hijos lo básico para que sepan moverse por la vida con seguridad y desenvoltura, sabiendo que si se equivocan, ahí estará él y su mujer para recogerles y volverles a enseñar cómo hay que hacer para caminar seguros por la vida.
Con Virginia ha encontrado Manuel la serenidad y el sosiego y juntos han formado la familia y el hogar que nunca tuvo, siendo como es un hombre valiente y solidario, que se desvive por todas aquellas personas que están en riesgo de exclusión social, o en situaciones difíciles. Todo ello a través de la Asociación Visueña, de Ayuda a la Integración, con proyectos de atención integral durante parte del día a personas con discapacidad intelectual, cuyo objetivo es mantener su máxima autonomía personal y apoyar a las familias y cuidadores que les atienden. Bonita tarea.
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