La Tranca de ahora solo coincide en dos aspectos con la de antaño: su nombre y su autenticidad. Por todo lo demás, estas paredes ahora ... cuentan historias completamente distintas. Ahora aquí gobierna el buen rollo, el brindis, la barriga llena y algún que otro canturreo. El artífice de este cambio es Ezequiel Silvetti, propietario y capitán del local desde 2012. El nuevo propietario del local comenzó una tradición que, sin comerlo ni beberlo, elevaría la fama del local como la espuma: las cuentas con tiza.
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«Es algo que nace de manera natural. Escribíamos la carta del día y los precios con tiza, por lo que teníamos un buen puñado de tizas repartidas por el local. Un día de mucho estrés, se me acercó un cliente para pedirme la cuenta. Y yo, que tenía varias tizas a mano en lo alto de la barra, cogí una y empecé a escribir la cuenta en lo alto de la barra», explica Silvetti. Así, de un acto nacido como vía de escape, acabó surgiendo la tradición que se extendió al resto de camareros hasta convertirse en la única manera de hacer las cuentas.
Silvetti, nacido en Argentina pero con sangre de trotamundos y alma malaguita, tenía claro que quería abrir un local español que respetase las costumbres y gustos locales. «Estaba cogiendo un local que, además, tiene un fuerte arraigo en la cultura de Málaga. Tenía que respetar el nombre original», matiza Silvetti. Sus ganas de aprender los hábitos locales y la buena relación con sus clientes hizo que parte de estos empezaran a traer objetos para decorar las paredes de la taberna. «Tenía claro que quería abrir un bar español, pero esto que vemos aquí es fruto de la gente y su variedad. La clientela me va llevando y enseñando la cultura, hasta el punto de que empezaron a traerme cuadros, sifones y toda clase de objetos». Tal es el nivel de 'donaciones' que empezó a recibir Silvetti que hoy día «la mitad de las cosas que decoran el local, las han traído clientes». Hasta los discos de música que suenan, son fruto de los comensales.
El vermut, la cervecita y el tinto son señas de identidad. Pero también lo es su cocina. Los garbanzos con espinacas son de esos platos que resucitan a un muerto y que, por unos pocos euros, le llenan a uno la tripa y las venas de energía. Su mezcla, ligeramente caldosa y a buena temperatura, lo hace un plato perfecto en cuanto empieza a bajar la temperatura. Otro que no puede faltar sobre la mesa es el plato de albóndigas en salsa de almendras. De receta casera, muy sabrosas y abundante salsa, para pedir pan y rebañar. En tres tamaños y para todos los apetitos: sus albóndigas las puedes pedir en tapa, media o ración. Aunque si vas con apetito tira por el rabo de toro, una buena pieza de las que no necesitan cuchillo porque se deshace casi con el propio peso del tenedor.
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Mención especial merecen sus empanadillas. Lola, Jurado, Jiménez, Marujita, Carmen, Pepa o Pantoja. Esos nombres, que no hay español que desconozca, también decoran el hojaldre que recubre las empanadas de La Tranca. Cada una con su sabor, aunque un servidor (amante del queso) para esta cita se queda con Pepa (cebolla y queso) y Jiménez (espinacas). Y tú, ¿con cuál te quedas?
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