Beatriz Rempala y Ana Vinuesa, en el mostrador que da la bienvenida a My Sweet Paradise. M. M.

My Sweet Paradise, la pastelería escondida en El Perchel de Málaga

Referente de la repostería creativa en la capital, cumple 15 años en una nueva ubicación con aire clandestino

Lunes, 3 de marzo 2025, 00:08

No es de esas pastelerías que te hacen salivar con sus escaparates. Básicamente porque no está a la vista. Ni la tienda ni sus tartas. A My Sweet Paradise hay que ir. Ni se ve ni se intuye desde la calle Jovellanos. Allí se esconde. En el número 7. Local 5, para más señas. Dentro de las galerías que sostienen este bloque en pleno barrio del Perchel. Al acceder a ellas, un pequeño cartel da el aviso.

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Pero, una vez en la puerta, no se puede entrar así como así. Te tienen que abrir. El timbre tiene la llave. ¿Detrás? Un amplio espacio con mostrador, obrador, sala para talleres y una nevera que casi parece más un expositor de obras de arte. Es la nueva ubicación de cierto aire clandestino con la que este ya referente de la pastelería creativa en Málaga cumple los 15 años de vida.

Casi sin darse cuenta. Pero con paso firme. Y con mucha progresión. Así ha andado este tiempo Ana Vinuesa, la 'culpable' de que My Sweet Paradise sea una realidad. Siempre había tenido un sueño: la pastelería. Y sabía que algún día lo cumpliría, pero se vino a Málaga desde su Melilla natal para estudiar Bellas Artes. Poco a poco, la vida le fue encaminando hacia aquel sueño. En el fondo, sin alejarse mucho de lo que había estudiado. Porque, al final, esta inquieta malagueña se ha dejado llevar por su vocación y ahora su día a día gira en torno a la pastelería creativa.

Exterior del local que ocupa la pastelería, en las galerías de un bloque de la calle Jovellanos. M. M.

Comenzó con apenas 23 años tímidamente, dándose a conocer en el mercadillo de los fines de semana en los Baños del Carmen. Tal fue el 'feed-back' que se animó a seguir. Ya como My Sweet Paradise abrió un espacio propio en la calle Calderón de la Barca. Era el boom de los 'cupcakes', y allí se podían tanto consumir como comprar para llevar. La marca fue afianzándose. Tenía su público. Sin embargo, el propietario del local decidió quedarse con él y finalizar el contrato de alquiler.

Como era de esperar, Ana Vinuesa no tiró la toalla. Al contrario, continuó formándose y dio un paso más. Junto a un socio, emprendió otro proyecto en el Soho: Picnic, una mezcla de cafetería y bar con aire bohemio en el que podía seguir con su pastelería y sus tartas. Aún hoy se mantiene en la calle Barroso, pero ya sin Vinuesa. Circunstancias personales la empujaron a dejarlo.

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A dejar Picnic, no la pastelería. Era su vocación. Y, pese a atravesar una mala racha, resurgió lo que en el fondo era una pasión. Tanto que apostó por un obrador compartido en el que no le importó trabajar por las noches: el día estaba ocupado, así que no dudó en aceptar con tal de no pararse. Allí conoció a Beatriz Rempala, una risueña polaca que, curiosamente también procedía del mundo del arte. También ella ha ido haciendo cursos y formándose hasta que ambas se han convertido en uno de los nombres imprescindibles al hablar de pastelería creativa en Málaga. «Esto es un aprendizaje continuo para poder estar al día», reconoce Rempala.

Ambas socias, ante la nevera repleta de encargos. M. M.

Ambas han hecho un buen tándem. «Me ha ayudado a mejorar mucho». No titubea Ana Vinuesa cuando habla de su socia. Se independizaron y, tras pasar por varios emplazamientos, ahora las pueden encontrar en este local del Perchel desde hace apenas cuatro meses. Aunque no es fácil dar con ellas. Aun así, elaboran en torno a medio centenar de tartas creativas a la semana. Desde básicas hasta de bodas y otros eventos.

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Y no de fondant. Aquí lo sustituyen por chocolate. El resultado, advierten, es mucho menos empalagoso y pesado. En el interior, diferentes clases de bizcochos, desde vainilla y chocolate hasta red velvet. Con un proceso que puede llevar hasta dos días. «Jugamos con los ingredientes según la temporada», explican sobre una carta que, bajo esta filosofía, van cambiando cada dos o tres meses. Y no sólo en esas obras de arte dulces, también en otras propuestas como brownie, donuts, cookies o tartas de queso, de las que elaboran hasta seis tipos.

Algunas de sus elaboraciones.

En la tienda se pueden encontrar en porciones, aunque siempre lo mejor es hacer el encargo de forma previa. Eso asegura las existencias en esta nueva ubicación con una amplia cocina y una espaciosa sala a la que ya han buscado cometido: zona para talleres. Ya han organizado varios por Navidad y San Valentín, y prevén seguir haciéndolo. El próximo, el día 8 de marzo, para aprender a montar y decorar en estilo vintage una tarta.

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«Queremos sacarle partido a todo este espacio que tenemos ahora y aprovechar la situación que tenemos, al lado del Centro y a un paso de la estación», explica Ana Vinuesa con una ilusión contagiosa. En realidad, es mutuo en el equipo. A ellas se han unido Tatiana y Javi. Ya son cuatro. Quién sabe el día de mañana. Lo que sí saben es que quieren mantenerse en ese ambiente secreto, escondido, casi clandestino. Fuera del primer plano. Lejos del paso de gente. A My Sweet Paradise hay que ir. Eso sí, no hace falta contraseña. Sólo hay que llamar al timbre para entrar en el 'dulce paraíso'.

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