Simplificación y mentira

Incluso antes de acostumbrarnos a ver en las estanterías de los supermercados productos luciendo el semáforo 'Nutri Score' que ahora se implanta de forma obligatoria, el temor de que la nueva calificación nutricional perjudicara la imagen de alimentos saludables como el aceite de oliva se ... ha cumplido. El Gobierno va a eximir a los productores de AOVE de poner la etiqueta con el color rojo que indica precaución con su consumo, pero una parte de la sociedad ya asume, de lo oído aquí y allá, que es un producto no del todo fiable. Mal asunto. Para terminar con el recelo habría que explicar los parámetros que toma en cuenta el sistema, que básicamente son las calorías por 100 gramos de producto, la sal y el azúcar. En este caso, la desinformación surge por la necesidad de simplificar en un sistema de colores y letras que, por supuesto, es mejor que la nada anterior, pero que en todo caso exige un poco de conocimiento y sentido común por parte de quien compra. Hay otras prácticas peores, que entran directamente en el terreno de la mentira. Hace unos días titulaba un diario: «¿Qué cantidad de vino y cerveza hay que tomar para obtener sus beneficios?». Personalmente, el único beneficio que busco en el consumo de estos productos es el placer gastronómico y festivo. El texto especula sobre la cantidad de estas bebidas que hemos de ingerir a diario para beneficiarnos de sustancias saludables halladas en la cerveza y el vino en estudios académicos pagados por los respectivos gremios de productores. Claro, en los informes se soslaya que hay por medio una sustancia, el alcohol, indefendible como alimento sano en el siglo XXI. Hay mejores fuentes de polifenoles que el vino, igual que hay mejores fuentes de proteína que los perritos calientes. Y en todo caso nadie lo consume por eso. Lo peor no es que los fabricantes difundan información interesada, sino que quien debe informar no la cuestione ni la contraste.