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Carmen Alcaraz
Sábado, 27 de mayo 2023, 02:00
Situada en el centro de la vega que riega el río que le da nombre, Aranda de Duero tiene desde el primer vistazo un encanto especial. Su casco histórico lleno de detalles que revelan su arraigo e historia castellanoleonesa invita al paseo por calles peatonales ... repletas de soportales y escudos. Pero además hay vida más allá de la almendra, con espacios que la nutren como una ciudad activa, animada y que invita a numerosos planes. Uno de ellos es sin duda disfrutar de su gastronomía, en la que el lechazo al estilo local, cocinado en un horno de leña y presentado en una cazuela de barro «como manda la costumbre», es el plato estrella. Acompañando este plato nada mejor que la torta de Aranda, un pan de aceite que se come solo. Las chuletillas de lechal, los hongos en temporada, la morcilla o el calducho, una sopa que se obtiene del agua en el que estas se han cocido, completan el ranking de los imprescindibles de la zona, no aptos para los que cuentan calorías.
Pero si algo resulta realmente interesante de este municipio es que todas estas delicias se sirven con mimo y sin riesgo de fallar en la práctica totalidad de los bares y establecimientos, porque el buen comer y mejor beber es una institución para los arandinos. Esta tierra de vinos, con D.O. Ribera del Duero, es reconocida por la calidad de sus bodegas, algunas tan populares como Martín Berdugo, Portia o Pradorey, estas últimas a solo diez minutos de la localidad burgalesa. Ante esto, realizar una ruta del vino es prácticamente una obligación moral si se visita la ciudad.
Aunque no se percibe a simple vista, la ciudad cuenta con un subsuelo poblado de bodegas, algunas particulares y otras pertenecientes a establecimientos, que una vez estuvieron conectadas formando otra Aranda bajo Aranda. Muchos de estos lagares medievales pueden visitarse desde los restaurantes, conservando las paredes excavadas a mano en la roca bajo 12 metros. Y es que todos los solares del centro de la ciudad cuentan con un espacio subterráneo, algunos de los cuales han ido pasando de generación en generación por las diferentes familias y que componen un verdadero tesoro escondido.
Don Carlos es una de las bodegas más destacadas de Aranda de Duero, en pleno corazón de la ciudad. Este espacio, que se remonta al siglo XV, ofrece catas, visitas guiadas y teatralizadas por sus galerías, que se mantienen intactas desde su creación.
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