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Quería un «italiano de verdad». Para eso, Dani García se impregnó de la cultura y la gastronomía autóctona... y auténtica. Incluidos los productos de la ... tierra y hasta equipo. Así se ha gestado durante varios meses Alelí, ese «italiano de verdad» que nacía este mes en el espacio que ocupara Flamma en Puente Romano, justo frente a la entrada del hotel Nobu.
Dividido en dos plantas y una terraza-patio muy propia para las noches de verano, el nuevo restaurante del Grupo DG llega para diversificar su oferta –a la que justo ayer se sumaba también el japonés Kemuri– con una carta que viaja por las regiones de Piamonte, Lombardía, Lazio, Campania o Sicilia.
Lo hace a través de propuestas que van desde las pastas frescas artesanales –se puede ver in situ– como los agnolotti (una especie de raviolis) hasta diferentes tipos de embutido y pizzas hechas al horno de leña y cocinadas en directo al estilo napolitano tras una fermentación de 48 horas.
Dirección Avda. Bulevar Príncipe Alfonso de Hohenlohe
Teléfono 951 822 222
Web grupodanigarcia.com/aleli
Platos Vitello tonnato: 14€ Pizza bresaola: 16 € Lasaña: 14 €
Al frente de los fogones, como decíamos, hay sangre italiana: Nicholas Amici es ese romano que cocina sus raíces en este espacio que recrea el ambiente del país mediterráneo, incluida parra sobre las mesas e hilo musical propio. También en la carta de vinos hay para elegir entre propuestas de la tierra junto a otras tantas españolas. Pequeños productores italianos surten la bodega de Alelí, como lo hacen también con la carta los proveedores italianos que les sirven la materia prima. No sólo para la pasta y las pizzas.
Tampoco hay que pasar por alto los 'antipasti' de este restaurante con forma –y fondo– de ostería. Buenas opciones son el vitello tonnato, el carpaccio de entrecot, tartar de solomillo y parmesano, o la suculenta gran selección Alelí (para cuatro personas, ojo), con mortadela de Bolonia, stracciatella, parmigiano reggiano, prosciutto San Daniele y pecorino Trebbione, entre otros productos autóctonos.
También hay espacio en la carta para varios tipos de risottos, carnes y pescados, y por supuesto, la lasaña de vaca vieja, salchicha y parmesano, uno de los imprescindibles. Junto a los cócteles, tanto de aperitivo, como de acompañamiento o sobremesa.
¿Y postre? Siempre hay que guardar hueco. Especialmente para el tiramisú o el profiterol XXL, relleno de avellanas de Piamonte y bañado en mesa con crema de chocolate. Una de las sutiles concesiones de la sala a lo largo de un almuerzo o cena sin fanfarrias ni fuegos artificiales. Se deja ver el sello DG y la importancia del servicio, sí, pero aquí la protagonista es la tradición italiana. Sin más vuelta de hoja.
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