El Lago, en Marbella: cromatismo y sabor

El Lago ha renovado por completo toda su estética, dando paso a una decoración de las salas más acorde con lo que debe ser y es un restaurante de corte moderno, además ha ganado en cuanto a vistas desde el interior de estos espacios y, cómo no, incluso desde su amplia terraza sobre el lago artificial y campo de golf, con una nueva fuente que por la noche ofrece un espectáculo de luz y color. Pero no solo el cambio se ha producido en la decoración interior y exterior, también en su bodega y oferta de cocina. Al frente de la sala y de la propia bodega se encuentra otra figura decisiva, la de Hassan Hatochi, responsable del cuidado de más de 300 referencias vinícolas, entre las que destacan alrededor de 70 champanes, nacionales e internacionales, sin olvidarse de los vinos malagueños. Una apuesta líquida encaminada a satisfacer a los amantes de los vinos más exigentes.

El equipo formado por Milos, Hassan y Elena no solo se ha propuesto que El Lago vuelva a ser ese referente que ha sido casi desde sus inicios, hace ya más de 20 años, también tienen puestos sus ojos y su profesionalidad en que esta casa recupere esa estrella Michelin perdida. Para ello han empezado por hacer lo que hace mucho tiempo se debería haber hecho, es decir, no confundir al cliente con dos cartas completamente opuestas y distintas según se tratase de comida o cena. Ahora ya no existe esa diferencia y además, junto a la carta, el cliente puede optar por un menú degustación donde queda reflejada la mano del chef y su filosofía de cocina.

• Dirección Avda. Marco Polo

• Teléfono 952 832 371

• Cierre Lunes

• Horario De 12.00 a 17.00 horas y de 19.00 a 23.00 horas

• Web restauranteellago.com

• Precio Canelón: 31€ | Wagyu y salsa foie: 45€ | Tatín de manzana: 11€

• Valoración Cocina: 8,5 | Sala: 8 | Carta de vinos: 7,5

• Calificación 8 / 10

Sorprendentes algunos platos como el tartar sobre un nido de patatas paja, picantón asado a baja temperatura con salsa de pimientos rojos en la carta de almuerzos o un rape confitado en la cena. Platos todos ellos que rezuman ténica, cromatismo, sabor y elegancia. Raciones pensadas para satisfacer al comensal y donde los productos nuestros, de cercanía, abundan y se funden entre sí para lograr una oferta basada en la amplia cocina mediterránea.

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Nada mejor para empezar con el menú degustación que un delicado y suave tartar de quisquillas levemente emulsionado en un palo cortado y acompañado de un papiro vegetal con gambas cristal y como toque salino, caviar.

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Otra elaboración más que sorprendente, erizo, guisantes frescos y setas de temporada. Una fusión donde el sabor a mar del equinoideo y el dulzor de los guisantes se fusionan con las setas en diferentes texturas.

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Un trampantojo coquinario. Ni los tallarines son de trigo, tiras finísimas de calamar fresco, ni la salsa boloñesa es la italiana; más bien una salsa a la andaluza que juega con el cefalópodo hasta conseguir una textura y sabor muy nuestro.

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Quizá este debería ser el enunciado del postre, ya que se trata de unas rodajas de plátano fermentado, una esponja de plátano destilada en manzanilla de Sanlúcar, caramelo y chips a su vez de la misma fruta. Una combinación ajustada de sabor.