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Aún no se lo creen aquellos dos chavales que hace trece años dejaron el bar en el que trabajaban para emprender ellos mismos su propio ... camino. Abriendo puertas a un nuevo concepto: «Una mezcla entre chiringuito y restaurante con carta de bar». Así lo define uno de aquellos chavales, Layo Álvarez, que junto a Alejandro Pérez capitanea Chupytira.
Hoy en día, mucho más que una freiduría y marisquería que nacía en 2010 en Huelin en homenaje a aquel barrio de La Victoria que se conocía como el del chupitira en el siglo XIX porque la pequeña burguesía sólo se permitía comida de pobres (almejas y otras conchas de chupar y tirar) para poder aparentar en estilo o trajes.
Pues bien, ahora Chupytira es también un grupo que empieza a extenderse fuera de la capital en forma de franquicias. Hace año y medio llegaban a Rincón de la Victoria y ahora acaban de aterrizar en la avenida del Lido de Torremolinos con la misma filosofía de cliente y producto como prioridades, y una magnífica relación calidad-precio donde el ticket medio está en torno a 15 euros.
«A raíz de la pandemia comenzamos a tener la inquietud de ampliar el negocio. Ahora nos ha vuelto a surgir otra oportunidad, nos gustó el local, la ubicación, la población como punto en expansión, y nos decidimos», cuenta Álvarez sin miedo a la competencia en un lugar como Torremolinos, famoso por su pescaíto frito.
Confía de sobra en su propuesta, un concepto con el que de nuevo superan previsiones. «Esperábamos un arranque más paulatino», reconoce ante la avalancha de clientes de estos primeros días. Y eso que están acostumbrados. Es habitual la lista de espera en cualquiera de sus locales. No les viene largo. Al contrario, en sus planes entra el volumen de público (en torno a 140 sillas por restaurante). Garantiza rotación, precios asequibles, margen de negocio y, sobre todo, pescado fresco.
Es una de las premisas de la marca. No hay que olvidar que sus compras se cuentan por miles de kilos (2.000 de gambas al mes, por poner un ejemplo). Para ello tienen acuerdos estables con proveedores y mucho feedback con ellos. «A veces nos llaman desde la propia subasta de la lonja, pero también compramos en futuras pescas».
Habla Álvarez con una confianza total en sus proveedores. Son una de las piezas fundamentales del engranaje. La otra, el equipo. En torno a veinte personas por cada restaurante. En el caso de las franquicias, aumenta los primeros días ya que parte de la plantilla de la 'casa madre' de Huelin se mueve para garantizar la formación y el apoyo de arranque.
«Estamos muy contentos y orgullosos de las ubicaciones y de los franquiciados. Lo que hacemos es transmitir lo que queremos para que el otro lo entienda y lo aplique». ¿Y qué es lo que quieren? «Nuestro objetivo nunca es el dinero sino la experiencia del cliente, a nivel de servicio, cocina y ambiente. Cualquier decisión está enfocada a él, desde la iluminación hasta el volumen de la música, la distancia entre sillas, tiempos marcados... Si el cliente se va satisfecho, el resultado económico vendrá».
Lo tiene clarísimo Layo Álvarez. No hay más que verlo moverse por el local. Es de los que piensan que poner menos boquerones en el plato o reutilizar el aceite más veces de lo debido no beneficia a nadie, al revés. Perjudica al cliente, y por tanto a ellos.
Intentan cuidar todo al detalle. «No siempre lo conseguimos, por eso nos gusta escuchar críticas, comentarios, de todo se aprende». No obstante, dan mucha importancia a la organización y la coordinación. Cada uno tiene su función. Quien haya ido a algún Chupytira puede dar fe. Y a juzgar por los restaurantes, a rebosar día y noche, es un formato de éxito que seguirá creciendo. Siempre con respaldo. «Confiamos en una hostelería en la que los propietarios tienen que estar y es complicado expandirse de esa forma».
Layo y Alejandro ya están en Huelin. Por eso prefieren delegar la gestión en los establecimientos que van sumando fuera de la capital malagueña. La idea es seguir creciendo por la Costa del Sol occidental después del verano. Ya tienen alguna propuesta, pero prefieren no adelantar acontecimientos. Quieren ir «paso a paso».
¿Y fuera de Málaga? «Nos han surgido oportunidades, pero ahora mismo no estamos preparados para hacerlo bien al cien por cien a nivel de infraestructura y de logística. Cuando lo estemos, no lo descartamos». Saben bien lo que hacen. Y también sabían donde se metían cuando comenzaban. Cuando echaban todas las horas y más. Cuando empezaban el día a las cinco de la mañana en Mercamálaga. A estas alturas no tienen duda alguna: «El único secreto es currar».
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