¿Y si vamos a comer a un hotel?: propuestas que hay que conocer en Málaga

El propio sector constata un progresivo giro en ese sentido. «Para nosotros, la gastronomía es fundamental. De hecho, un porcentaje muy elevado de clientes del restaurante no se alojan en el hotel. Buscan una oferta cada vez más cuidada, el entorno, la naturaleza, bajar las pulsaciones y, además, comer bien». María Herrero, CEO y cofundadora de BBou Hoteles es clara. Como Antonio Cabeza: «Antes, la gente era más reacia a comer en restaurantes de hoteles, ahora se valora más la cocina que se ofrece, porque es tan buena como lo puede ser la de cualquier otro restaurante, pero también el entorno». Lo dice desde la terraza de La Fructuosa, en Gaucín, con vistas privilegiadas que atraen a numerosos clientes de fuera y alrededores, como Algeciras o Estepona.

Tampoco están mal las de Juan Morcillo desde el Castillo de Santa Catalina. El chef ejecutivo de Soho Boutique también confirma la tendencia generalizada: «Hasta ahora, el mismo restaurante podía funcionar mejor fuera que dentro de un hotel. Ahora ya está cambiando la idea de los hoteles, se empiezan a ver como una opción más para ir a almorzar o cenar. Las cocinas están a la altura y los espacios acompañan». No en vano, algunos ya han adquirido incluso entidad propia, caso de Promesa (Hotel Maestranza), Boho Club (Marbella), Balausta (Palacio Solecio), El Jardín de Lutz o REI en Finca Cortesín (Casares), Matiz (Molina Lario), Bardot o Erre & Urrechu (Meliá Don Pepe), Batik (Premium), Finca Eslava (Antequera), Casa Vázquez... Aquí repasamos algunos como muestra de la variedad que ofrece la provincia.

Uno de los imprescindibles si hablamos de comer en hoteles en la capital malagueña. Sólo por subir a la terraza ya merece la pena visitar este establecimiento emblemático. Un servicio de cuatro estrellas y una carta de sabores reconocibles y con identidad hacen el resto. Cocina casera y producto de cercanía son sus bases, incide Ángel García, director de operaciones de alimentos y bebidas en este hotel en el que muchos piensan cuando tienen una ocasión especial. Sus vistas tienen buena 'culpa'. En su terraza se puede hacer sobremesa o al revés, tomar algo mientras se disfruta del atardecer antes de cenar. Además, en la primera planta disponen de un lounge para tomar desde un cóctel o una cerveza artesana, a unos snacks o una hamburguesa.

Inspirado en la carabela La Santa María, de la que toma el nombre, el hotel Barceló propone en este gastrobar un viaje culinario alrededor del mundo sin perder de vista Andalucía. El tartar de salchichón de Málaga o la rebanada de lomo en manteca acompañada de queso malagueño son algunas de las propuestas más locales. Junto a ellas, otras más exóticas como la flor de salmón con wakame.

En plena naturaleza, junto al embalse de La Viñuela, encontramos un buen lugar para desconectar. Y con mucho producto de temporada y de la tierra. Kilómetro cero, mercado del día, aunque también con algunos guiños internacionales, son la base de la propuesta gastronómica de B Bou. Paté de chivo lechal malagueño con higos o cordero confitado en canela y naranja con batatas de la Axarquía son algunos ejemplos. Además de otros con mucha raíz como la sopa colorá malagueña con comino, majaíllo de almendras, gambón y rape, la presa ibérica con manteca colorá o el arroz caldoso de pintarroja. El otro pilar de B Bou es Cortijo Bravo, donde también la gastronomía juega un papel fundamental. Como prueba, la tortilla melosa con bacalao, batata, cebolleta y asadillo de pimientos caramelizados o el cachopo de ternera, jamón ibérico y queso suave de Vélez-Málaga.

El lado gastronómico del hotel Cortijo Chico se traduce en el restaurante Raíces, especializado en arroces y carnes. Mucha tradición, con su punto de vanguardia en una carta en la que no faltan entrantes como las berenjenas, en este caso a la brasa con salsa de yogur y aguacate, o la milhoja de queso de cabra con carne de membrillo y crujiente de panko acompañado de confitura de tomate. Una buena selección de carnes, pescados y cerca de una decena de tipos de arroces redondean la propuesta que incluye pinceladas asiáticas.

Una decena de opciones de restauración reúne Higuerón Hotel Curio Collection by Hilton. Entre ellas, un estrella Michelin: Sollo, donde Diego Gallegos saca brillo a los pescados de río con una cocina sostenible casi al cien por cien. No es su única propuesta, porque en el local contiguo descubre su lado más informal bajo el nombre de Arara, una fusión de sabores brasileños, peruanos y andaluces. Ah, si les gusta la cocina japonesa, otra opción es The Japo, donde las técnicas y los sabores asiáticos se combinan con ingredientes locales.

Situado en un edificio de cerca de dos siglos de vida, La Fructuosa se alza como un destino con mucho encanto en el que perderse en Gaucín. La pareja belga Catherine y Daniel llevan las riendas de este hotel en el que cada habitación tiene su propia personalidad. Al frente del restaurante están Virginia Guerrero y Antonio Cabeza. Productos frescos y de temporada son la base de su carta, muy casera, con elaboraciones como el lomo de venado con puré de patatas trufado y salsa de frutos rojos, secreto con pera al horno, entre otras muchas que van cambiando según mercado. Como acompañamiento, tienen música en directo una vez al mes. La próxima cita será el día 17.

En otra ubicación idílica, La Posada Morisca se ha convertido ya en una parada obligada en Frigiliana. Por el emplazamiento, pero también por la original propuesta culinaria: The Avo, un gastrobar cuya carta gira en torno al aguacate. Un concepto moderno, divertido y desenfadado donde los incondicionales de este fruto típico de la Axarquía podrán descubrirlo desde distintos puntos de vista, integrado tanto en recetas modernas como en otras de la tradición gastronómica malagueña. Ensaladas, tacos, steak tartar, carnes y hasta postres dan buena cuenta de ello.

En el resort La Zambra (antiguo Byblos) se ha hecho ya su propio nombre Picador, un 'place to be' con una propuesta gastronómica basada en sabores tradicionales y bocados típicos de la tierra con Iker González y Juanjo Solano al frente de su cocina. Con un estilo vanguardista y desenfadado, entre sus platos ineludibles destacan sus croquetas de choco o de cecina y tuétano asado; el canelón de chivo malagueño con queso payoyo; el pescado de lonja frito con porra de piparra; o el arroz meloso de bogavante. Otras opciones allí mismo son Palmito, centrado en arroces y carnes y pescados a la brasa; y Bamboleo, el bar principal del hotel, con una amplia carta de cócteles que se acompaña de un menú de aperitivos y se inspira en los años de apogeo del Byblos.

Una de las aperturas más sonadas del pasado año. El restaurante del hotel Maestranza, bajo el nombre de Promesa, abría sus puertas en junio tras una renovación y ampliación de las instalaciones del establecimiento. Desde entonces, se ha hecho un hueco propio en la agenda gastronómica malagueña. Con un currículum más que acreditado en distintos restaurantes reconocidos de la ciudad, Julio Zambrana se encarga de hacer que merezca la pena ir al hotel a comer. Para elegir, un acogedor salón y una terraza. Sobre la mesa, mucha Málaga y mucha Andalucía con un toque diferente, pero auténtico, como las gambas en tartar con papada ibérica y trufa, el brioche de guiso de choco con papas o la corvina en gazpachuelo de miso y manzanilla.

Por sí mismos, los restaurantes del hotel Málaga Premium y Alcazaba Premium se han ganado un espacio en la gastronomía de la capital. A no pocos les sonará Bendito, Yubá y Batik. Una cocina que se arraiga en el recetario tradicional malagueño, pero con un toque exótico y viajero que le da una personalidad propia a cada uno de ellos. Detrás, Mario Rosado, más que afianzado cocinero malagueño, que pese a su juventud demuestra de sobra su solvencia en los fogones. Muy original, por cierto, la propuesta de Yubá, que de forma mensual reúne en su gran mesa a amantes de la gastronomía –que pueden ser desconocidos– para compartir una cena con mucho ADN local, sin por ello perder capacidad de sorpresa y creatividad.

Otro de esos hoteles de la capital que han sabido posicionarse como una opción más dentro de la oferta gastronómica es el Molina Lario con Matiz, restaurante, gastrobar y coctelería. Cocina mediterránea reinventada, con un estilo fresco y actual y apegada a la temporada, es lo que se puede encontrar en la carta de este espacio donde es posible almorzar o cenar tanto en su salón como en su acogedor patio. Como ejemplo, porra de zanahoria morada con berberechos, piparras dulces y pipas de calabaza; ajoblanco de perejil, almendra marcona y anacardo con uvas moscatel y manzana verde; o arroz cremoso de gambas y vieiras con espárragos verdes y queso de cabra payoya. Su menú degustación es una opción ideal para probar una muestra de su cocina.

Dentro de la emblemática Equitativa, el hotel Only You incluye sendas propuestas con nombre de mujer: Carmen y Lola. La primera, en la planta baja, rezuma esencia malagueña con un toque de fusión. Todo en un entorno inspirado en una taberna clásica con una oferta centrada en platos caseros típicos, como el adobo de rosada con alioli japonés, el taco de pringá al estilo andaluz, salsa kimchi y hierbas frescas, o el pollo picantón. Arriba, en la séptima planta y con vistas tanto a la calle Larios como al puerto, Lola es el concepto más ecléctico y urbanita del hotel. Cocina de mercado y producto kilómetro cero es su base, con especial protagonismo del horno de carbón. Entre sus imprescindibles, los buñuelos líquidos de queso payoyo con manzana asada, o el arroz al horno con presa ibérica de bellota y alcachofas.

Con José Carlos García como asesor gastronómico, el restaurante de Palacio Solecio va cogiendo vuelo de forma paralela al hotel. Balausta ya es un nombre suficientemente conocido en el mapa gastronómico de la capital malagueña. Sergio Solano tiene mucho que decir ahí. Encargado de llevar las riendas de la cocina, rinde homenaje a la tradición a través de platos donde el producto local de temporada prima en la reformulación de las recetas clásicas. Paletilla de chivo lechal de raza malagueña pura con salsa pastoril y patatitas rústicas al ajillo o las sardinas soasadas son algunos ejemplos. Hasta el 5 de junio ofrecen las jornadas gastronómicas de la huerta.

Pez Espada

Aprovechando el forzoso cierre por la pandemia, el mítico hotel torremolinense se sometió a una reforma integral, renovando por completo su interior y potenciando el restaurante y los salones. En sus paredes, fotografías que recuerdan la época dorada de los años sesenta y setenta, y entre ellas, el sugerente Frankie's Café, plagado de referencias a Sinatra como guiño al famoso incidente del cantante en aquellas paredes a cuenta de un paparazzi y la aspirante actriz Ondina Canibano. De ella toma el nombre su remozado restaurante, con aires renovados, vistas al mar y un enorme retrato de Rita Hayworth como testigo. Sobre la mesa, una propuesta muy informal en la que se incluyen desde patatas bravas y bao pato Pekín hasta tartar de tomate huevo de toro y aguacate de la Axarquía o arroz cremoso de ibérico.

Una de las ofertas más variadas de la costa occidental está en Puente Romano. Cerca de una veintena de propuestas de restauración aglutina este microuniverso marbellí, desde la tradición peruana de Coya y el clásico Sea Grill hasta la alta cocina nikkei del célebre Nobu, la esencia italiana de Cipriani, la cocina tailandesa de Thai Gallery, la libanesa de Les Jardins du Liban o Celicioso, único restaurante exclusivamente de recetas sin gluten. Además, Puente Romano incluye dos marcas de Dani García: BiBo, que cumple ahora diez años, y Leña, que llegó en 2020 para ocupar el lugar que dejaba el restaurante con tres estrellas Michelin del cocinero marbellí. La última incorporación al hotel es Gaia, un nuevo concepto griego-mediterráneo en el que se 'esconde' NYX Marbella, un exclusivo speakeasy.

Soho Boutique

Juan Morcillo, uno de los nombres inevitables al hablar de gastronomía en Málaga, es el chef ejecutivo de Soho Boutique, cadena hotelera que tiene en el Castillo de Santa Catalina y en Yamur sus principales ofertas culinarias. El primero, en un entorno privilegiado en el Limonar, con una cocina de temporada, más clásica, afrancesada, a la altura de un hotel de cinco estrellas como aquel, entre las propuestas, pichón, pato, e incluso patés de elaboración propia; mientras que el segundo, en La Equitativa, ofrece una carta más desenfadada, para compartir. Entre las opciones, mollete de Máximo con atún rojo a la brasa, papada Joselito, mayonesa picante y cebolleta dulce o tallarines de calamar y su boloñesa.

La cadena Vincci ofrece dos conceptos diferentes en la capital malagueña: El Taller de Larios 10, en la sexta planta del establecimiento en la calle Larios, donde además de buenas vistas dispone de una carta cambiante con raíces pero al mismo tiempo exótica, en la que conviven desde el dúo de baos (de calamar en tempura con mayonesa de curry y furikake y de carrillada de cerdo con mayonesa de su jugo con cebolla crujiente) o el ceviche de corvina, aguacate y mango de la Axarquía, hasta ribeye de vaca madurada o burguer de entraña; y Entremuros (en el Vincci Posada del Patio), en el que ahora se puede realizar un viaje culinario en el tiempo en plena muralla árabe con una propuesta inspirada en las distintas culturas que formaron parte de ella. Como ejemplos, el lomo de atún rojo acompañado de microtartar de zanahoria especiado y emulsión de anacardos o el tataki de magret de pato ahumado con tomate cherry, lichis, piña, albahaca y sopa thai de leche de coco y cilantro.