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Era uno de los grandes clásicos del Centro. Cocina tradicional, carnes, fritura, gazpachuelo... Sin embargo, como tantos otros restaurantes, la pandemia se lo llevó por ... delante. Más de dos años después, el local que ocupara El Rescoldo vuelve a cobrar vida. Conocidos empresarios hosteleros de la ciudad se han unido para abrirlo de nuevo. Ahora, como Siete Cabezas.
Otro nombre, otro concepto, otras manos y otra imagen totalmente renovada. Tras una importante inversión en una reforma integral del espacio, pocos reconocerán este local situado en la calle La Bolsa que reabrirá en unos días con una capacidad prevista para cerca de un centenar de comensales: unos cincuenta en la terraza, una docena en la planta inferior y en torno a treinta en la superior.
«Ya tenemos ganas de verlo funcionando. Hace casi un año que entramos a formar parte del proyecto y los últimos meses están siendo muy intensos, con la obra, mobiliario, vajilla, carta, equipo... Pero ya va tomando forma». Quien habla es Rafael Sánchez. Junto a su hermano Alberto, está al frente de uno de los restaurantes insignia de Teatinos: Boca Llena.
Y ahora, en Siete Cabezas, junto a otros dos empresarios hosteleros de largo recorrido en la capital malagueña: Fernando Martínez (La Medusa) y Javier Frutos (Cantarrana) –este último, además, presidente de la Asociación de Hosteleros de Málaga (Mahos)–. Y de esta sólida unión nace este proyecto con el objetivo de «renovar la oferta gastronómica de la zona y aportar frescura».
Para ello, cuentan con un equipo comandado por la cocinera Zahira Ortega, que después de algo más de dos años al frente de los fogones de La Deriva coge las riendas de la carta de Siete Cabezas, basada en la cocina mediterránea con platos «asequibles y fácilmente identificables, pero con nuestro toque personal», avisa la cordobesa afincada en Málaga.
Como avance, ensaladilla rusa con piquillo caramelizado, tiradito de presa ibérica con mostaza y almendras, ensalada malagueña, croquetas de bacalao con alioli de perejil, calamaritos rellenos de setas y cebolla caramelizada, o ajoblanco con anguila ahumada, espárragos y Pedro Ximénez.
La idea, además, es hacer hincapié en carnes, pescados y arroces. Los tres contarán con un espacio amplio en la carta. Ahí se podrán encontrar, por ejemplo, recetas como el bacalao con guiso de sus callos, el cordero glaseado y patatas asadas con hierbas o una variedad de arroces secos que incluye uno de pulpo y sepia con alioli de tinta y otro de presa y espárragos.
¿Ticket medio? En torno a 35 euros, estima Rafael Sánchez después de pruebas y más pruebas hasta llegar a una carta que les convenciera para este establecimiento marcado por la historia ya desde la fachada de su entrada principal. Torre de Sandoval reza en la señalética (esquina con La Bolsa). Quien conozca algo de historia de Málaga puede intuir de dónde viene ese nombre de Siete Cabezas. Concretamente, de un capítulo trágico protagonizado por Sancha de Lara y su sobrino, Álvaro Torres de Sandoval, en 1639.
Todo partió de la negativa de éste a ponerse en pie ante la llegada del alcalde de la época, Pedro Olavarría, a una obra benéfica que se celebraba en un teatro que por aquel entonces había en la calle La Bolsa. Tras un enfrentamiento entre ellos, el regidor ordenó encarcelar a Torres de Sandoval. En el fondo se escondía una venganza personal entre ambos a cuenta de la esposa de Olavarría.
Poco le importaron al alcalde las súplicas de Sancha de Lara para eximir a su sobrino de la condena a la horca. Pese a ello, la aristócrata pidió justicia al rey Felipe IV ante lo que consideraba un castigo desproporcionado. El monarca envió a un grupo de jueces para investigar el caso y, una vez confirmado, ordenó ejecutar a las seis personas implicadas en el ajusticiamiento de Torres de Sandoval.
Según los documentos de la época, Sancha de Lara mandó esculpir y colocar las seis cabezas de los verdugos de su sobrino a la puerta de entrada de su palacio, en la plaza del Obispo. La séptima sería la de su sobrino. De ahí el nombre de la Casa de las Siete Cabezas.
Una tragedia, sí, pero Sánchez lo justifica: «Más de uno nos ha dicho que la historia que hay detrás del nombre es un poco macabra, pero dicen que aquí se expusieron las cabezas, en la misma calle estaba el teatro y en la fachada tenemos el apellido, es parte de nuestra historia». Y ese pasado regresa, pero dando un giro: «Ahora nosotros sólo queremos que la gente disfrute». Otra historia.
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