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Cuando abrió, apenas había iluminación en la calle. Ni restaurantes, ni viviendas, ni gente de paseo. Pero Salvador Alcántara confiaba en su carta: Don Canapé, ... un restaurante de cocina clásica en el que la bienvenida fuera una buena bandeja de canapés. Le había funcionado en el último establecimiento de Fuengirola en el que trabajó. De hecho, lo reflotó gracias a eso. Así que decidió tomar su propio camino inspirado en ello e instalarse en la avenida del Lido de Torremolinos.
Lo apostó todo a aquella carta a mediados de los ochenta y de ella ha vivido hasta que se cruzó por medio la pandemia. Cuatro años en los que Don Canapé ha estado sin vida... hasta que volvió a cruzarse algo, o mejor dicho, alguien: Mari Paz Dovado. Conocía muy bien el restaurante como clienta. Había ido muchas veces con su familia.
Gerente de la fundación La Esperanza, esta abogada malagueña se mueve también como pez en el agua en el mundo de la hostelería. Le gusta, pero además tiene otro restaurante en Churriana (La Manuela). Así que fue ver el cartel de 'Se traspasa' en Don Canapé y no lo dudó: había que reabrirlo. En la familia llevaban tiempo tras la idea de recuperar de alguna forma ese concepto de los canapés. Aquel cartel se lo puso en bandeja, nunca mejor dicho.
Después de casi cuatro meses de obras, el mítico establecimiento renace con nuevo look en todos los sentidos. Tras un lavado de cara que le ha dado más luminosidad y un aire más moderno y desenfadado, acaba de ponerse de nuevo en funcionamiento en un espacio para medio centenar de comensales, decorado por ellos mismos, con terraza acristalada, mesas altas en el exterior y el mismo concepto de los canapés de bienvenida cortesía de la casa: ahora cuentan con una versión infantil, una presentación diferente y rotación para poder repetir con frecuencia.
Se conciben como una introducción a una carta totalmente renovada. La encargada de ello es Victoria Robles, que ha cambiado los fogones de La Manuela (aunque sin desvincularse totalmente) por los de este reformado Don Canapé «con mucha ilusión y ganas». Cambia una propuesta basada en la tradición, por otra con más concesiones a la creatividad con un ticket medio en torno a 25 euros, incluido alguno de los cócteles que prepara Toni Rodríguez y en la que tiene mucho protagonismo el servicio de sala (muchos platos se terminan en mesa).
Ahí podemos encontrar desde huevos falsos de foie, ajoblanco con tartar de quisquillas, o milhojas de pollo al roquefort y puerros, hasta sopa de cebolla con hojaldre, cachopo con bechamel de trufa, lasaña de cordero, huevos rotos con lomo en manteca o trucha ahumada rellena de langostinos y champiñones, que se realiza por encargo y se ahúma con la misma máquina del anterior equipo.
También hay un apartado 'para los peques', otro para celíacos y otro para vegetarianos. Además del guiso del día y ocho tipo de arroces que se pueden pedir de forma individual. No faltan las croquetas, aunque aquí no sabrán previamente de qué son. Deberán adivinarlo, y tendrán recompensa si lo hacen. «Queremos que haya mucha interacción con el cliente, que venga a disfrutar en un ambiente desenfadado», advierte Nacho Díaz, hijo de Mari Paz Dovado.
A sus 24 años, este estudiante de Derecho tiene pasión por la hostelería, no puede esconderlo. De ahí que no le pese compaginar la carrera con el restaurante. «Me encanta el trato con el público, transmitirle lo que hacemos, conocer sus gustos, orientarle, creo que eso es lo que debe ser un camarero, no sólo alguien que se encarga de llevar y traer platos». Pese a su juventud, lo tiene claro Nacho Díaz, que para esta labor ha sabido buscarse un buen aliado: Juan Alcántara, hijo del fundador de Don Canapé.
Con apenas 15 años ya hacía sus primeros pinitos en el establecimiento junto a su padre y su madre a los pocos meses de abrir: «Desde el principio trabajamos a tope, venía mucha gente de fuera, también políticos, actores... la Princesa Soraya, por ejemplo, nos visitaba con frecuencia. Y eso que ni la ubicación ni el entorno eran los mejores del mundo. Ganar una carrera con un Ferrari es más fácil que con un Seiscientos, pues eso éramos nosotros, pero nuestro principal valor era la cocina y el servicio, y en eso nos volcábamos».
Cerca de 35 años hicieron de Don Canapé un referente en la Costa del Sol. No sólo por su original aperitivo, también por platos emblemáticos como el pato a la naranja, que llegaba a la mesa con un cigarro en el pico y se trinchaba allí mismo. «Llamaba mucho la atención lo que hacíamos», recuerda Juan Alcántara sobre un tipo de cocina ya difícil de encontrar.
Su padre llevaba a su terreno todo aquello que había ido aprendiendo en los hoteles de la costa por los que pasó. Desde los once años ha andado metido entre cacerolas este malagueño de Almáchar que ahora tiene su propia estrella de la fama en el nuevo Don Canapé como alma del negocio y como homenaje a toda esa trayectoria. No son pocos los que han ido preguntando por él. Clientes de entonces, incluidos numerosos extranjeros, que vuelven en busca de aquella esencia. El plan es que «no se pierda». Y quién sabe si más allá de Torremolinos. No lo descartan. Una más de las muchas ideas que tienen en la cabeza.
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