
Descendiente de una familia malagueña de elaboradores y comerciantes de vinos, era inevitable que Patrick Mata (Málaga, 1978) sintiera fascinación por ese mundo. Tanta, que ... a los 19 años fundó en EE UU su empresa de importación de vinos españoles junto a Alberto Alberto Orte. Hoy, 22 años después, Olé&Obrigado (www.oleobrigado.com) distribuye 400 referencias españolas y portuguesas, muchas en cabeza de prestigiosos rankings de vinos y en la carta de los mejores restaurantes del país. Con su bodega en España, Compañía de Vinos del Atlántico, producen vinos de variedades autóctonas de diversas zonas y recuperan otras olvidadas. En 2020 fueron nombrados Mejores Importadores por la revista 'Wine & Spirits Magazine'. En los restaurantes de Nueva York, Mata era conocido como 'The Kid' (el niño), y no ha perdido la espontaneidad ni la sonrisa franca. Hablamos con él en la gran bodega del restaurante Cávala, acompañados por su amigo de la infancia Javier Krauel, también de familia de bodegueros y autor del Vermut Krauel; Antonio Jesús García, propietario del Grupo La Deriva, y Carlos Buxó, sumiller de Cávala.
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-Con 19 años empezó a exportar vinos españoles a EE UU. ¿Cómo lo logró?
-Para mí el vino fue siempre algo muy atractivo, Mi familia hacía vinos en Málaga con la Compañía Mata, del 1917 al 1967, y mi padre nos hablaba de la bodega, pero además nos enseñaba vinos de Alemania, de Burdeos, de la Borgoña... Luego me animó a terminar la universidad en Estados Unidos. De joven él había trabajado para una empresa americana y le gustaba aquella cultura. Así que me fui a Miami. Al llegar, mi mejor amigo, Alberto Orte, me manda tres botellas del vino que hacía su familia en Montilla. A mí la idea de importar vino español a EE UU me encantaba. Pero empecé a indagar y me di cuenta de que era súper complicado, porque allí el vino está más regulado incluso que las armas (ríe). Hasta que encontré en otra universidad una asignatura sobre el comercio de vino en EE UU, pero para matricularse había que tener 21 años. Así que el día que empezaba la asignatura decidí colarme. Después de la segunda clase me acerqué al profesor y le dije que había escogido la asignatura porque quería importar vino. Él me dijo: vamos a probar los vinos, y si me gustan, yo te ayudo. Probó los vinos. Le gustaron y me presentó a Carlos García, cubano que tenía una distribuidora enorme de vinos españoles. Me pidió 400 cajas. En fin, la primera clase fue un lunes y al lunes siguiente estábamos constituyendo Olé Imports, que ahora se llama Olé y Obrigado, porque también tenemos vinos de Portugal.
-Sin tener edad legal para el negocio.
-Carlos García me prestó su licencia. Inicialmente solo llevábamos el vino de Alberto, y vi que con un vino no se podía hacer negocio. Carlos García quería cava, vinos de la Ribera del Duero, del Priorato... Porque en aquella época en EE UU había Marqués de Cáceres, Tondonia, Codorniú, Freixenet y Faustino, pero empezaba el interés por los productores artesanales, por zonas menos conocidas... Y empezamos a crear un portafolio representando a productores.
-¿Eso fue antes de terminar la carrera?
-Sí, pero al terminar la universidad me daban visado para quedarme un año trabajando. Con el vino no ganaba para mantenerme, así me fui a Nueva York y conseguí trabajo en una naviera, algo que me ayudó a comprender el tema logístico, y durante ese año, de 7 a 9 de la mañana gestionaba por teléfono pedidos con España, luego entraba a trabajar, y en el descanso para comer y al terminar de 5 a 8 me iba a vender vino en restaurantes y tiendas. Al año y medio vendía suficiente para dejar el otro trabajo. Empecé a ir a Massachusetts, a Boston, a Vermont, a Nueva Yersey, a estados a los que podía ir y volver en el día, porque no tenía dinero para hoteles, pero poco a poco nos metimos en los 50 estados y fuimos representando a más bodegas.
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-Y también empezaron a producir vinos...
-En principio fue porque necesitábamos un vino como tal o cual que ya existía en EE UU. Mi socio Alberto es enólogo, así que alquilamos un viñedo en La Rioja y empezamos a hacer un tinto de estilo clásico. Luego iniciamos otro proyecto en Yecla de un monastrell con una elaboración más delicada de lo que se estilaba, y luego Alberto empezó a hacer vinos de Jerez. Allí elaboramos generosos, pero también vinos secos de variedades autóctonas que desaparecieron con la filoxera y Alberto ha ido rescatando. Yo vivo en Estados Unidos y llevo el tema comercial pero él es el genio y la cabeza pensante de estos vinos. Porque históricamente en Jerez había más vinos secos que fortificados. Los secos desaparecieron y ahora están volviendo. Tenemos 18 hectáreas en la zona y 19 variedades autóctonas, y hacemos un fino, un amontillado y un oloroso, pero el fino está vinificado con 200 clones diferentes de palomino y con viticultura orgánica y biodinámica.
-Parece que EE UU es un mercado muy abierto a la novedad.
-Estados Unidos es un mercado muy abierto porque allí están todas las culturas habidas y por haber. Allí hay vinos de todas partes, y creo que ese es el futuro. Nosotros, por ejemplo, tenemos bodega en Valdeorras, y todos los vinos los tenemos en EE UU, pero también en España, Alemania, Bélgica, Canadá... Creo que estamos en 35 países. Es lo que a nosotros nos gusta. Alberto y yo venimos de familias que han hecho vino durante muchos años. Hay vinos en los que ganamos más dinero y otros que hacemos por rescatar parte del patrimonio que ha desaparecido. Nos gusta elaborar vinos muy especiales con estas variedades. Porque puedes rescatar variedades ancestrales, pero si no elaboras bien, no les estás haciendo ningún favor. Por ejemplo el tinto que he traído hoy, Vara y Pulgar, monovarietal de tintilla de Rota, ha sido nombrado entre los 20 mejores valores del mundo dos años consecutivos por el 'New York Times'. Que un vino de Cádiz hecho con tintilla esté dos años en esa lista es un orgullo.
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-¿Cuáles son los vinos que más venden allí?
-Nosotros nos hemos especializado en representar a productores artesanales. Tenemos casi 400 vinos entre España y Portugal. De muchos vendemos 100 cajas al año para todo el país, que significa que a Nueva York le llegan cinco cajas. Nuestro vino más vendido es un tempranillo que elaboramos nosotros. Muy buen precio y una uva que todo el mundo conoce. Pero nuestro negocio principal es vender pocas cantidades de muchos vinos diferentes.
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-¿Lleva alguno de Málaga?
-Es mi asignatura pendiente. Estuvimos hablando con dos bodegas pero no llegó a concretarse nada. Mi sueño es hacer algo aquí, tener media hectárea de viñedo en Cómpeta y producir 500 o 600 botellas al año de un moscatel especial.
-Usted fue personaje del año de la revista 'Wine Advocate'.
-A Robert Parker le encantaba descubrir valores nuevos, dar a conocer a sus lectores vinos que pudieran estar a la altura de un buen Burdeos o un Borgoña pero de otras zonas y variedades. Nosotros llevábamos ese tipo de vinos, y bueno, un año me reconoció como una de las personalidades del vino en la revista. Hará 15 años, yo era un chaval. En las tiendas y restaurantes de Nueva York me llamaban 'the kid' (risas).
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-Y en 2020 fueron premiados por 'Wine & Spirits Magazine'.
-Ese es un reconocimiento muy importante. 'Wine & Spirits Magazine' es la revista más respetada del gremio, y nos dio el premio al mejor importador del año. Son cosas que pasan con el tiempo, lo importante aquí es representar a productores artesanales y elaborar vinos con variedades que con la filoxera desaparecieron. Ese queremos que sea nuestro legado.
-¿Existe la moda de los generosos en EE UU?
-Los generosos están de moda en el gremio. A los profesionales les encantan pero el consumidor final no los entiende. Yo intento conseguir que restaurantes con dos, tres estrellas Michelin, presenten un plato que vaya con media copa de fino, oloroso, amontillado, como parte de plato. Eso ayuda a que la gente los cate.
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-Otro de sus sueños es hacer un quinado. ¿A quién se lo vendería?
-Le tengo cariño porque la quina Aníbal fue el producto más vendido de Compañía Mata. Lo vendería para coctelería. El futuro de los vinos generosos en EE UU es la coctelería.
-Es curioso que dos importadores top de vinos españoles sean malagueños. ¿Conoce a Jorge Ordóñez?
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-Lo he visto en persona una vez, coincidimos en el mismo restaurante en Boston. Me mandó a la mesa una botella de Rueda y estuvimos charlando. Jorge hizo un trabajo increíble; ayudó a Parker a entender el potencial de España, y eso le abrió el camino a vinos de Jumilla, Calatayud, Cariñena, etc, que se apreciaron antes en EE UU que en España, porque gracias a Jorge Ordóñez, Parker empezó a hablar de esas zonas hace 20 años.
-Pero eran vinos que había que prestigiar.
-Sí. Hasta hace 10 años los vinos españoles se compraban por tener muy buena relación calidad-precio, pero ahora se relaciona España con vinos artesanales de calidad. El vino barato se sigue vendiendo, pero en Le Bernardin de Nueva York, uno de los mejores restaurantes del mundo, el 20% de la carta es vino español. Allí venden nuestro Atlántida Blanco a 30 dólares la copa. Y esto es lo que los restaurantes de dos y tres estrellas Michelin empiezan a querer, porque nadie se puede permitir Borgoña por copas, y hay vinos españoles de ese nivel que cuestan 10 veces menos. Es el fruto del trabajo que se está haciendo en España. Nosotros tenemos vinos que sobre todo se venden en Francia. Es porque hay un cambio. España antes siempre competía en el nivel bajo, y ahora empieza a competir en el nivel alto y en restaurantes de dos y tres estrellas Michelin que quieren dar a sus clientes buen vino a precios que puedan pagar.
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