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Gabriel Olveira Fuster
Lunes, 16 de enero 2017, 17:00
Desde hace meses (o años) no es infrecuente que los periodistas pregunten a los que nos dedicamos a la nutrición acerca de los 'superalimentos'. Generalmente se refieren a alimentos de moda que se compran en tiendas especializadas y suelen costar mucho más que sus equivalentes ... nutricionales más cercanos. Por poner algunos ejemplos, se han encumbrado a las bayas de goji, el trigo sarraceno, la quinoa, la maca, la espirulina...
La búsqueda de la dieta ideal junto con la difusión de medios de comunicación, redes sociales o internet sobre sus beneficios, aderezada con la intervención de pseudocientíficos con intereses mercantiles hacen que su consumo crezca exponencialmente.
Sin embargo, tengo que confesarles que no existen los superalimentos. Quizás solo la leche materna, único alimento considerado completo para los humanos porque permite a los bebés desarrollarse y crecer sanos... Pero solo hasta los seis meses. El resto son alimentos con diferentes propiedades nutricionales que, combinados unos con otros, especialmente en un contexto cultural y gastronómico determinado, permiten mantener la salud actual y futura.
De hecho, la investigación actual nutricional mundial no se centra en la ingesta concreta de algunos alimentos (por muy saludables que sean), sino en los patrones de consumo; en la combinación de los mismos. El ejemplo más importante para nosotros es que el patrón de dieta mediterránea se asocia a un descenso de la mortalidad cardiovascular, del riesgo de diabetes, de cáncer y de otras muchas enfermedades crónicas.
No hay que ser muy avispado para intuir que, incluidos en la dieta mediterránea, tenemos a nuestra disposición en el mercado del barrio (o incluso en el supermercado) numerosos superalimentos (no entiendo por qué no preguntan los periodistas por ellos) como el aceite de oliva virgen con su grasa saludable y sus componentes antioxidantes; las legumbres (magnífica fuente de proteinas, fibra, hidratos de carbono de bajo índice glucémico que, además, generan muy poco impacto ambiental), el vino tinto (también con propiedades antioxidantes); las frutas y verduras de temporada (que aportan vitaminas, minerales, antioxidantes, fibra, prebióticos...), el pescado azul (como fuente de proteínas saludables y de w3), los frutos secos crudos (verdaderos 'superalimentos' que condensan energía, grasa beneficiosa y compuestos bioactivos que se comportan como píldoras antienvejecimiento), los cereales de grano entero, los condimentos habituales de los sofritos y guisos (cebolla, ajo, especias...), y otros tantos alimentos individuales que al combinarlos entre sí aportan los verdaderos beneficios a nuestra salud.
Así que mi recomendación es que no malgaste su dinero en incorporar alimentos (aunque sean súper) ajenos a su cultura gastronómica. Mejor quede a almorzar o cenar en casa de su madre, abuelos, tíos... y recuperen juntos el placer de disfrutar de una verdadera dieta mediterránea repleta de superalimentos cercanos en buena compañía.
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