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Marina Martínez
Sábado, 19 de noviembre 2016, 23:22
Le temen. Es llegar noviembre, y se ponen en guardia. Las quinielas van y vienen. Cada uno tiene sus apuestas. Tantas como opiniones. Pero, al final, la que vale es la de los inspectores. Esos que alimentan la considerada como la guía gastronómica más prestigiosa. ... A estas alturas nadie lo duda, efectivamente, no es otra que la Michelin. En ella pone su mirada cada año por estas fechas el mundillo de la alta cocina. Y no respirará tranquilo hasta que el próximo miércoles se dé a conocer en Gerona la edición de 2017. Una más. No son pocas. Desde 1900 se han publicado unas cuantas. Por supuesto, nada que ver las de hoy con aquellas destinadas a los conductores de los primeros coches, a quienes proporcionaba informaciones prácticas: consejos de uso y reparación de neumáticos, planos de diferentes ciudades, listado de gasolineras, de hoteles y de talleres.
Al principio se distribuía de manera gratuita, pero en 1920 cuando André Michelin descubrió que sus guías hacían de calzo de una mesa en un taller, consideró que lo gratuito no tiene valor y comenzó a comercializar la publicación. Desde entonces, se publica en más de noventa países de todo el mundo y vende más de un millón de ejemplares. Hay quien podría estar hablando de ello horas y horas. Y con conocimiento de causa. Tener cerca de quinientas guías Michelin lo explica todo. Hace doce años que empezó a recopilarlas y, casi sin darse cuenta, hoy, Luis Salinero se ha convertido en uno de los pocos coleccionistas de guías Michelin de España. Sólo le supera Antonio Cancela, con más de 700. Salinero se acerca a las 500.
Cada una tiene una historia. Alguna viene de Taiwán, otra de California, otras de mercadillos europeos... También en algún anticuario de Madrid ha encontrado joyas como la primera edición del Norte de África, en cuero. Incluso atesora una guía de 1920 firmada por el mismísimo André Michelin para un coronel galo. "Las francesas son más más fáciles de conseguir", constata Salinero, remarcando a continuación lo mucho que le costó dar con las primeras alemanas, que corresponden justo a los años anteriores a la Primera Guerra Mundial. ¿Y por qué está afición? El responsable de El Txoko (en Gourmet Experience de El Corte Inglés) reconoce ser un "friki". También colecciona cartas de restaurantes franceses, latas de caviar y utensilios de todas las épocas.
Pero con Michelin tiene debilidad. En Francia es una institución. Y Luis Salinero no puede negar su querencia por el país vecino. Al fin y al cabo, su padre trabajó allí como cocinero buena parte de su vida. Y ambos saben lo que es figurar en las páginas de la guía. Su padre, durante nada menos que 25 años, y él puede presumir de haber trabajado en catorce restaurantes con dos y tres estrellas Michelin. Sabe lo que es. Por eso no es ambicioso. "Tener estrella supone mucha presión y requiere dedicación, no es un camino de rosas como alguien pueda pensar, todo se ve muy bonito desde fuera", advierte sin grandes aspiraciones. "Sólo reivindico bien tu trabajo y que a la gente le guste, si luego te premian, genial, pero lo importante es que la gente se vaya contenta con tu trabajo", añade el que fuera considerado por Ferran Adrià como el mejor chef de Castilla y León del 98.
Allí, en su casa de Aranda de Duero, guarda a buen recaudo sus cerca de quinientas guías. Pero sin obsesionarse. "Los libros son para disfrutarlos, no para tenerlos guardados y no tocarlos". Aunque, claro, en este caso, hablamos de ediciones por las que pueden llegar a pagarse cerca de 20.000 euros. El sueño de Salinero sería hacerse con la primera edición española, de 1910, de la que sólo existen seis ejemplares, uno de los cuales está en poder del Rey. Por una de ellas podrían pagarse hasta 12.000 euros. "Esto es todo un mundo, con datos curiosos como el color: hoy son rojas, pero las primeras en España fueron amarillas y en Alemania, azules", explica el cocinero, sin poder evitar seguir contando curiosidades: "Tampoco sabe mucha gente que Michelin empezó haciendo pelotas de goma, y de ahí pasaron a hacer neumáticos. Todo el mundo quería trabajar en la empresa".
Gran enamorado de Francia, no puede esconder su orgullo de haber trabajado en Zalacaín, el primer tres estrellas de España. Las obtuvo en 1986. No hace tanto, teniendo en cuenta que Michelin empezó a dar estrellas en 1923. Aunque es evidente que la democratización de los viajes supuso un gran empuje. Las guías dejaron de ser algo exclusivo de la clase noble. No hay que olvidar que el turismo es algo relativamente reciente, pero va muy ligado al desarrollo de la guía, asegura Salinero. Ha leído mucho sobre el tema. Sabe de lo que habla. Y no sólo como 'friki'. También como parte de esas guías. Ellas también lo son ya de su vida. Como apasionado de la Historia y la Arqueología, encuentra mucho en ellas. Y lo seguirá haciendo. Esa guía de 1910 no se le puede resistir.
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