Secciones
Servicios
Destacamos
Gabriel Olveira Fuster
Lunes, 9 de mayo 2016, 20:08
Si hay algún alimento con buena fama por sus propiedades beneficiosas para la salud, ese es el ajo. El Allium sativum se ha empleado desde la antigüedad para tratar múltiples enfermedades y se propone que su ingesta continuada alarga la vida. Existen referencias de su ... uso medicinal desde hace más de 5.000 años. Los gladiadores romanos tomaban ajo crudo antes de los combates porque lo consideraban vigorizante. Pasteur descubrió sus propiedades antibacterianas en 1858 y se empleó para prevenir la gangrena en las guerras mundiales. Actualmente en países como EE UU, donde no es un alimento integrado en su gastronomía, el ajo es uno de los suplementos de herboristería más consumidos. No les falta razón a los que defienden su consumo, ya que se han estudiado sus propiedades antimicrobianas, antihipertensivas, antioxidantes, antitrombóticas, antidiabéticas, anticancerosas y como reductor del colesterol. Aunque la mayoría de los estudios están realizados en animales o in vitro, también existen estudios clínicos (con pacientes y bien diseñados) donde se demuestra que reduce ligeramente el colesterol (en torno a un 10%) o la tensión (un 5-7%). El ajo contiene al menos 33 componentes sulfúricos que son los principales responsables de sus efectos medicinales, pero también de su penetrante olor, que se libera corporalmente y en el aliento.
Dados todos estos condicionantes positivos, nadie entiende que cuando voy a un restaurante pregunte siempre «¿esto contiene ajo?» y que en el caso de contestarme que sí, no pida o no coma ese plato. En ese momento se produce una cascada de miradas compasivas o de abierto rechazo.
Y qué le voy a hacer, me sienta fatal el ajo. De seis hermanos, a tres nos pasa lo mismo (y a muchas más personas del mundo mundial). Es lo que se llama tener intolerancia a un alimento: es una reacción gastrointestinal molesta pero no mediada por procesos inmunológicos; las alergias al ajo (en las que sí se producen estas reacciones) son, por suerte, mucho menos frecuentes.
En mi descarga aduzco, en las inevitables conversaciones que se producen tras mi mal comportamiento, que he encontrado artículos científicos que demuestran que la ingesta de ajo (crudo o en polvo o hervido) es capaz de provocar daños en la mucosa del estómago. Con esta argumentación no me han vuelto a preguntar si soy pariente de cierto conde que vivía en Transilvania...
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.