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Gabriel Olveira Fuster
Viernes, 12 de febrero 2016, 19:55
Hace poco se celebró la semana de la lactancia materna (han leído bien: semana, no día). La mayoría de las instituciones públicas (a la cabeza la Organización Mundial de la Salud, OMS) y las sociedades científicas, recomiendan sin género de dudas la lactancia materna. La ... OMS recomienda la lactancia exclusiva durante seis meses, la introducción de alimentos apropiados para la edad a partir de entonces, y el mantenimiento de la leche materna complementaria hasta los 2 años o más. Basándose en sus previsiones, en el mundo y en países del tercer mundo sobre todo, se podría salvar la vida de unos 800.000 niños menores de 5 años anualmente si la lactancia materna fuera óptima. Pero los beneficios no solo se producen en los países en desarrollo.
Numerosos estudios avalan sus ventajas también en países desarrollados. Entre otros destacan la protección del recién nacido frente a infecciones, hospitalizaciones y mortalidad frente a los alimentados con leches artificiales, la mejora de la maduración del intestino con menos problemas digestivos (cólico del lactante, estreñimiento, diarreas, reflujo) y beneficios para la vida adulta, ya que los niños amamantados tienen menos probabilidades de padecer sobrepeso, obesidad o diabetes, menos riesgo de padecer enfermedades relacionadas con la inmunidad (intolerancia al gluten, enfermedad inflamatoria intestinal, alergias, dermatitis) e incluso tienen mejores puntuaciones en las pruebas de inteligencia en la niñez y adolescencia.
Pero, curiosamente, la lactancia materna no solo es beneficiosa para los hijos, sino que mejora la salud de la madre e incluso del entorno. Por ejemplo, podría reducir el riesgo de cáncer de ovario y mama, y actúa como anticonceptivo en países en los que no existe suficiente educación sexual o acceso a métodos contraceptivos; Según estudios recientes, las madres que amamantan a sus hijos tienen menos riesgo de presentar diabetes mellitus siendo la reducción proporcional al tiempo que dieron lactancia. Además, se reducirían el tiempo y dinero invertido por los padres en preparar y esterilizar biberones y la generación de desperdicios (plásticos, latas, jabones) y los costes para el sistema sanitario por problemas de salud evitables (especialmente infecciones e ingresos hospitalarios).
Por ello, fomentar la lactancia materna (como mínimo hasta los seis meses y mejor hasta 2 años) debe ser un objetivo global de la sociedad, ganándose a pulso que tenga «no solo un día, sino toda una semana».
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