Gabriel Olveira Fuster
Miércoles, 2 de diciembre 2015, 23:10
Aunque la primera bebida energética se comercializó en Japón en los años 60, fue a partir de 1987 cuando comenzó su expansión por Europa. Desde entonces el mercado no ha dejado de crecer tanto a nivel mundial y europeo como español (se habla de incrementos ... de un 60% desde el 2008 al 2012 con una media anual actual del 15%); además han aparecido multitud de nuevas marcas y presentaciones. Aunque no existe una definición universal, nos referimos a bebidas no alcohólicas, que contienen cafeína (componente esencial), junto con otras sustancias como taurina, vitaminas, azúcares y otros compuestos como ginseng, glucuronolactona, guaraná...
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Se venden con la intención de estimular y eliminar, o al menos reducir, la sensación de agotamiento. Los beneficios y los riesgos asociados a estas bebidas están relacionados principalmente con su contenido en cafeína. Aunque las hay con dosis muy elevadas, una lata típica suele contener la misma cafeína que un café. En la literatura médica se describen casos de pacientes con problemas cardíacos graves, convulsiones e incluso muertes relacionadas con la ingesta abusiva de estas bebidas. En cualquier caso, incluso a dosis bajas, la toma en personas sanas aumenta la tensión arterial y la adrenalina y, por su contenido en cafeína, no se recomienda su consumo ni en niños, ni en mujeres embarazadas o lactantes. En el año 2011 una encuesta realizada en Europa (incluyendo España) recogía que el 68% de los adolescentes, el 30% de los adultos y el 18% de los niños habían consumido estas bebidas en los últimos meses.
Los fabricantes centran sus campañas publicitarias en el segmento de los adolescentes y adultos jóvenes con mensajes que asocian vivir el momento, sentir, llegar al límite, no cansarse o disfrutar a tope. No es de extrañar que se hayan convertido en habituales de las fiestas y, con relativa frecuencia, se consuman asociadas a productos poco saludables como alcohol (el 70% de los adultos jóvenes reconoce mezclar las bebidas energéticas con él), tabaco u otras sustancias. La mezcla con alcohol en dosis elevadas reduce la sensación subjetiva de embriaguez, aunque objetivamente disminuyen las facultades de coordinación, por lo que se generan comportamientos de riesgo. No obstante, ningún alimento es bueno o malo por sí mismo, así que si se atreven con los cafés cargados con azúcar, decidan ustedes mismos.
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