Gabriel Olveira Fuster
Martes, 27 de octubre 2015, 12:26
El otro día fui a cenar a casa de un amigo que se había convertido recientemente a la dieta del Paleolítico. Me invitó a una magnífica ensalada con frutos secos, pescado, verduras y fruta, eso sí, sin nada de pan, y de postre fruta.
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Algunos ... autores sostienen que nuestros genes fueron desarrollándose a lo largo de miles de años adaptándose a unas condiciones de vida (tipo cazador-recolector) en las que el gasto energético era muy superior y en las que la dieta era claramente diferente a la típicamente occidental.
Los cambios en la alimentación que se producen durante el Neolítico (con la incorporación de la agricultura y la introducción progresiva de los cereales) y, especialmente, los cambios observados en los últimos 100 años tras la revolución industrial (sedentarismo, ganadería intensiva, incorporación masiva de alimentos refinados y procesados) han sucedido con demasiada rapidez como para provocar una adaptación genética adecuada. El desajuste entre nuestros genes paleolíticos y la realidad actual sería la responsable del aumento de enfermedades crónicas (diabetes, demencia, enfermedades cardiovasculares, obesidad, algunos cánceres).
Las diferencias fundamentales respecto a la dieta occidental serían: un consumo menor en el Paleolítico de hidratos de carbono (sin prácticamente azúcares ni cereales refinados ); una ingesta parecida de grasa (pero claramente con mayor consumo de ácidos grasos omega 3 - frutos secos, productos marinos - y muchos menos omega 6 -aceites vegetales- y de grasas saturadas -animales-); un mayor aporte proteico; un consumo mucho más elevado de fibra (a base de frutas y vegetales) y un bajísimo aporte de sodio (sal).
Aunque es cierto que la dieta Paleolítica parece tener cierto fundamento, existe un paso intermedio saludable, anclado en nuestra cultura: la Dieta Mediterránea. Cada vez hay más evidencias, fundamentadas en multitud de estudios científicos, sobre el papel de la dieta mediterránea en la prevención de las enfermedades crónicas a las que antes hacíamos referencia.
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Defendí que era más adecuada una ingesta moderada de hidratos de carbono a base de legumbres, frutas, verduras y cereales integrales. Pero creo que no convencí a mi amigo, que seguirá sin comer pan, legumbres o pasta Lo malo no es que no los ponga en su mesa él es quien cocina en casa- si no que ésto obliga a su mujer e hijas a desayunar a escondidas, en el trabajo o en la facultad, un buen pitufo integral con aceite y tomate (y de ello doy fe).
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