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Gabriel Olveira Fuster
Lunes, 26 de octubre 2015, 20:38
Cuando yo era pequeño se decía que había que tomar mucho fósforo por que era muy bueno para los huesos y para la memoria. De hecho había madres que atiborraban a los niños de jarabes y otros potingues al uso, que contenían dosis dosis extra ... de este mineral. Parte de razón no les faltaba. El fósforo se encuentra en el organismo formando los huesos y dientes (combinado con el calcio), pero también, está (en menor cantidad) en todas las células del organismo, interviniendo en numerosas funciones, siendo una de las más importantes, contribuir al almacenamiento de la energía procedente del metabolismo de los alimentos que comemos.
Sin embargo, en esta vida, no todo es blanco o negro , bueno o malo, si no que depende de muchos condicionantes como, por ejemplo, en el caso del fósforo, de la cantidad que se tome. El problema actual con el fósforo, no es su déficit, si no todo lo contrario. En diferentes estudios se ha demostrado que un aporte excesivo de fósforo en la dieta puede favorecer un descenso en la masa ósea del organismo, no solo en personas ancianas sino también en jóvenes (lo que podría acarrear un mayor riesgo de fracturas a largo plazo). Además, en los últimos años se ha asociado la ingesta elevada de este mineral con un aumento de la mortalidad, en general y cardiovascular, en particular.
El problema del exceso de fósforo de la dieta no parece radicar en tomar alimentos naturales (las carnes, pescados y los lácteos son las principales fuentes) si no en la adición de preparados de fósforo inorgánico a numerosos alimentos procesados. Esta clase de fósforo se absorbe casi en el 100%, frente al contenido en los alimentos naturales, que es bastante menor. Refrescos de cola, conservantes, emulgentes, potenciadores de sabor, prolongadores de vida útil, mejorantes de textura y color, acidificantes, retenedores de humedad, reductores de rancidez, evitadores de pérdidas proteicas durante descongelación son algunos ejemplos que favorecen su consumo inadvertido. Y además ¡el etiquetado nutricional no exige su declaración!
Cuando estábamos inmersos en pleno festival de cine de Málaga, sabrían reconocer a los buenos y a los malos. En la alimentación, tengan cuidado con los malos disfrazados de buenos por que, como en las películas, no te das cuenta de quien es quien hasta el final (lo que podría ser demasiado tarde)
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