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Martes, 25 de agosto 2015, 22:43
La conservación de los alimentos es una vieja necesidad. Durante mucho tiempo, la sal se empleó para mantener la carne fresca, y las verduras se conservaban en vinagre. Los cocineros han usado levadura para hacer crecer ciertos alimentos, espesantes para las salsas y colorantes como la cochinilla para transformar las materias primas en alimentos apetecibles.
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Los aditivos son sustancias que se añaden intencionadamente a los alimentos con un propósito tecnológico, que tiene como resultado que, tanto el propio aditivo como sus subproductos conviertan en un componente del alimento. Entre sus funciones destacan ayudar a la seguridad, higiene, conservación, disponibilidad de alimentos fuera de temporada, aceptación del consumidor, y a la facilidad en la preparación. La publicación de artículos en prensa sobre los efectos «dañinos» de todos los aditivos «químicos», a los que se atribuyó un gran número de efectos nocivos, sensibilizaron negativamente a los consumidores. Sin embargo, tuvo un efecto muy positivo en los industriales, ya que empezaron a prestar más atención al uso que hacían de ellos con la idea de eliminarlos o reducirlos al máximo.
En el Reglamento 1333/2008 sobre aditivos, se establecen las listas comunitarias de aditivos alimentarios autorizados; sus condiciones de utilización; y las normas para el etiquetado. También se estableció «no usar aditivos en los alimentos para lactantes y niños de corta edad» salvo excepciones muy concretas como ácido ascórbico, y ascorbato sódico o cálcico en bebidas a base de frutas y hortalizas, y zumos.
Otra limitación debida a la preocupación por los niños está relacionada con el uso de los denominados «colorantes azoicos», ya que los alimentos que los contengan deben indicar su presencia en el etiquetado con el nombre o el número del colorante, y se debe incluir la leyenda: «Puede tener efectos negativos sobre la actividad y la atención de los niños».
Los aditivos alimentarios se regulan de forma muy estricta y son sometidos a revisiones periódicas para comprobar su seguridad, estableciéndose los límites y prohibiciones considerando los avances científicos y también los datos relacionados con la seguridad alimentaria, haciendo hincapié en los grupos de población más sensibles, estando su autorización sujeta a que:
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Se demuestre una necesidad tecnológica suficiente, que no pueda alcanzarse por otros métodos.
No representen ningún peligro para la salud del consumidor en las dosis permitidas.
No induzcan a error al consumidor.
Cada uno de ellos tiene una denominación y un número y, en Europa, cuentan con el prefijo E. Así, la serie 100 se refiere a colorantes, la 200 a conservantes, la 300 a antioxidantes y la 400 a estabilizantes.
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Los aditivos contribuyen de forma considerable a que nuestra oferta de alimentos sea una de las más seguras, higiénicas, accesibles y abundantes de todo el mundo.
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