Una profesional de la cocina me llamó esta semana para una investigación sobre género en gastronomía. La conversación me hizo pensar cuánto trabajo nos cuesta ... incluso a nosotras mismas abordar estos temas, por eso la reproduzco en esta columna.

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–¿Por qué piensas que hay bastante menos mujeres en puestos de responsabilidad en las cocinas que hombres?

–Hay personas que pudiendo elegir, no pelean por la primera fila porque priman otros aspectos de su vida. Influye que en la vida familiar aún no han cambiado los roles, y es infrecuente que recibamos apoyo real en forma de reparto equitativo de tareas para poder centrarnos en la promoción profesional. Sin embargo, abundan las mujeres invisibles en trabajos poco valorados de muchas horas. Por último, incluso con capacidad y talento, las mujeres tenemos menos posibilidades de ser contempladas como candidatas a puestos de liderazgo.

–¿Crees que las mujeres quieren esos puestos y todo lo que conllevan?

–Creo que tendemos a valorar otras cosas que nos hacen renunciar en muchas ocasiones, pero también que llegamos a estructuras (jerarquías, horarios, competencia agresiva) obsoletas, diseñadas para un modelo masculino de otro tiempo, un varón que se realizaba en el trabajo y que solo atendía a la vida familiar los fines de semana. Muchos hombres actuales tampoco quieren eso.

–¿Qué lastra a la mujer?

–Aparte de lo mencionado, hay algo que observo siempre que modero debates sobre el tema: muchas veces no somos conscientes de situaciones que son injustas para nosotras. El argumento de salida suele ser: «Yo no he vivido ningún tipo de discriminación por ser mujer». Primero, que tú no la hayas experimentado no significa que no exista. Y segundo, cuando haces memoria, salen cosas.

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–¿Es cuestión de falta de oportunidades o de qué? ¿Qué opinas?

–Creo que hay una gran falta de concienciación. Son temas de los que no se puede hablar sin que te acusen de radical. Compartir reivindicaciones feministas o decir que lo eres está mal visto en algunos entornos. Y si no hay conciencia de un problema es imposible que se busquen soluciones. Las medidas institucionales van por delante del día a día social, laboral y familiar, y los avances se deben a colectivos a menudo estigmatizados socialmente.

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