Marucho, el Cantábrico en cada bocado

Sus propietarios aseguran que, pese a no tener una terraza al aire libre, no hacer reservas (ya que las mesas se atienden por orden de llegada), un baño minúsculo y unas mesas pequeñas y bastante incómodas, hacen de Marucho un lugar de culto para muchos santanderinos y también para quienes visitan con cierta periodicidad la ciudad y quieren meterse entre pecho y espalda algunos suculentos mariscos y pescados de este mar que penetra por cada rincón de esta casa.

Marucho lleva más de 60 años con un mismo sello de identidad, la enorme frescura del producto usado en cocina. Mi consejo es empezar por unas sabrosas rabas, continuar con unos bocartes fritos, pasar después a disfrutar de unas cigalitas fritas al ajillo o de unas nécoras a la plancha y acabar con algún pescado grande al horno, como el San Martín. Un sevicio muy diligente y una carta de vinos corta y con buenos precios.