El hecho de que El Corte Inglés de Málaga parezca llevar toda la vida donde está, es una constatación de la desmemoria de las ciudades. Los almacenes abrieron en 1979, dando nueva vida al solar que antes habían ocupado las Bodegas Krauel. La decadencia de ... cientos de bodegas malagueñas había empezado a gestarse un siglo antes, en 1878, cuando la plaga de la filoxera diezmó el viñedo que cubría la provincia. La importancia económica de los vinos y las pasas de Málaga solo se puede comparar con lo que representa hoy el turismo. En Málaga, el vino lo impregnaba todo, y además de la producción, muchas bodegas grandes y pequeñas tenían despachos y tabernas donde el pueblo llano consumía el género.
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Estas tabernas dejaron varios legados a la gastronomía popular malagueña. El caldillo de pintarroja, que se servía con el vino para contrarrestar su efecto con un toque caliente, picante y reconstituyente, los boquerones 'a la Campana', que eran unos boquerones en vinagre servidos sobre patatas cocidas y aliñados con un poco de comino y ajo, y el floristel o florestel, la versión malagueña del rebujito, un popular refresco que se elaboraba rebajando vino dulce con gaseosa.
Aunque de aquellas mezclas de vinos y refrescos hayan sobrevivido apenas la sangría y el tinto de verano, podemos encontrar rastros de ellas en casi cada pueblo de España. La palabra sangría se recogió por primera vez en el diccionario de la RAE en 1803, definida como mezcla de limonada y vino, pero la época dorada de estos bebedizos llegó en el siglo XX. El 'Manual de cocina' de Ana María Herrera para la Sección Femenina, editado en 1950, ofrece una receta para la sangría, y años más tarde, ésta se convierte en la estrella del pabellón de España en la Feria Mundial de Nueva York de 1964, promocionada junto a la paella y el jamón serrano por el Ministerio de Información y Turismo.
El éxito de la sangría y de su versión simplificada y más popular aún, el tinto con gaseosa, echó al olvido bebidas locales como el floristel, que se sigue preparando (indistintamente con vino dulce de uva moscatel o Pedro Ximénez) en los Corralones de la Trinidad y el Perchel para fiestas y celebraciones. Una de las pocas casas supervivientes de la Málaga bodeguera, Quitapenas (https://quitapenas.es), quiso rendir homenaje a aquella bebida poniendo su nombre a un vino espumoso. El Florestel de Quitapenas no es una mezcla de nada, sino vino puro, y tampoco es dulce, sino seco.
El Florestel dulce fue sustituido recientemente por otra referencia, Tachín, un blanco semidulce de aguja elaborado con uva moscatel que toma su nombre de un refresco de vino también popular en aquella Málaga, el Tachín, vino blanco con gaseosa que despachaban en las Bodegas La Manchega, ubicadas en el local que hoy ocupan las Bodegas Quitapenas de la calle Marín García. Un guiño a la intrahistoria de la ciudad y un vino muy agradable para el verano, con solo 9 grados de alcohol y la peculiaridad de llevar un tapón de chapa. ¡Salud!
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