Todo apuntaba a que Cristina Cánovas acabaría dedicando su vida a la cocina. Llevaba en los genes la vocación desde pequeña. Tener La Cónsula cerca ... se lo pondría además en bandeja. Su paso por la escuela no hizo más que aumentar aquella pasión. Eso y trabajar junto a grandes figuras de la gastronomía nacional como Albert Adrià, en Barcelona, le hicieron reafirmarse en que iba por el camino correcto. Sobre todo tras coincidir en El Lago con Diego Aguilar.
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Desde entonces, ese camino lo recorren juntos. Tanto en lo personal como en lo profesional. Porque ambos hicieron oídos sordos de quienes desconfiaban de ellos y apostaron por Palodú, un restaurante alejado de la zona más transitada de Teatinos. Por aquel entonces, Cristina Cánovas apenas tenía 22 años, pero también las ideas muy claras. Arriesgó, trabajó y el tiempo le dio la razón: más de una década después es una de las cocineras malagueñas con mayor proyección.
Su afán por evolucionar y superarse le ha llevado a pasar del barrio al Centro, y del tapeo a una alta cocina llena de frescura y elegancia con la que ya ha sumado numerosos reconocimientos: desde el Sol de la Guía Repsol y la incorporación a la Guía Michelin como restaurante recomendado, hasta el de la Academia Gastronómica de Málaga o el de The Fork como una de las mejores aperturas de 2024.
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