La Cheesequería: tartas de queso con la creatividad de un chef inquieto

La conversación con Ricardo Álvarez tiene lugar a las cuatro de la tarde, cuando le da el relevo tras el mostrador de La Cheesequería a ... su pareja, Cristina Mora, para tomar algo en un bar y seguir corriendo entre el obrador y la tienda. No se queja, todo lo contrario. La pareja hornea y despacha a la semana una media de doscientas tartas entre encargos de piezas enteras y porciones despachadas en el local que ha abierto cerca de la heladería Ignacio Mira, en el Mayorazgo. Un negocio consagrado a una especialidad: la tarta de queso, que Ricardo empezó a elaborar para vender cuando la pandemia interrumpió su trayectoria en la alta cocina. Este joven cocinero de 24 años (su novia tiene 23) estudió en Madrid y pudo completar su formación haciendo prácticas en Diverxo. «Eso me abrió de par en par muchas puertas en la alta cocina», reconoce. Se quedó unos años rodando en grandes casas de Madrid y luego se fue a Ibiza, conde conoció a Mauricio Giovanini y estuvo trabajando a sus órdenes en Hayaca Ibiza hasta que el Covid lo cerró todo. «Yo no puedo estar quieto. Busqué trabajo como loco pero era imposible. Hasta nos fuimos mi pareja y yo a Holanda y de allí a Alemania, porque nada más llegar también cerró la hostelería en los dos sitios. Volvimos a Málaga y decidimos montar una empresa de chef en casa; El Caserito. Empezamos a hacer tartas de queso. Tuvieron tanto éxito que al final separamos esa línea de negocio, y aquí estamos», dice.