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De sobra conocida es la oferta salada del restaurante Cándida, pero se habla poco de su parte dulce. Tarta de la abuela, de queso payoyo, de queso con coulis de frutos rojos, de turrón, de dos chocolates, de lima, de chocolate y Baileys, milhojas de Kinder Bueno, natillas, flan de almendras o de huevo, bienmesabe, cookie con helado, arroz con leche, flan de queso con piñones, mousse de turrón, tocino de cielo, semifrío de fruta de la pasión o de coco con confitura de piña, crema catalana, brownie de chocolate o de pistacho, helados, surtido de fruta natural… La carta abruma. Hasta para los incondicionales del dulce. Cualquiera de ellos se relame sólo con leer lo que le espera tras el almuerzo o la cena.
Dirección: Km. 1,5. Ctra. Alameda-Mollina
Teléfono: 952 71 00 11.
Porque, en este restaurante de Alameda, hay que dejar hueco para el postre sí o sí. Incluso para varias visitas. Especialmente, los fines de semana, cuando la carta engorda. Y todo casero. Se nota que hay un equipo dedicado a ello. «Entre semana reducimos un poco porque los postres tienen su elaboración. Para el fin de semana empezamos a preparar ya desde el jueves», explica Nuria Ramírez, mientras advierte de las caras de perplejidad de los menos habituales del restaurante: «Se sorprenden mucho al ver esa parte final de la carta». Eso le produce felicidad. Cree que también la aporta.
Al frente de la cocina de Cándida, a Ramírez siempre le gustó mucho la repostería. De ahí la importancia que le da ahora, con dos personas dedicadas a ello. No en vano, tiene tanta relevancia como la parte salada. «En muchos sitios comes muy bien, pero a la hora del postre baja la calidad. Nosotros hacemos lo posible por evitar eso, queremos que la gente se vaya con buen sabor de boca», reconoce la cocinera.
Es uno de los pilares de Cándida junto a Javier Capitán, su marido. Él es en realidad quien 'tiró' de ella como aliada para mantener vivo el restaurante familiar. Aquella venta de carretera que puso en marcha su madre, la que da nombre al negocio. Corría el año 1992. Algunos después, tras fallidos intentos de alquiler, su hijo Javier, con apenas 18 años, decidió coger la sartén por el mango y hacerse cargo él mismo. Se formó, fue haciendo que el proyecto creciera con mucho esfuerzo y hoy en día dirige un equipo de 22 personas.
Con una apuesta decidida por el producto de temporada, la variedad también marca su oferta salada. Pescado de La Caleta y carne de la tierra como el chivo al ajillo son algunas de sus propuestas estrella. Sin olvidar sus guisos, su aclamada ensaladilla rusa o la presa ibérica que trinchan en mesa. Quien pase por allí de martes a viernes también tiene la opción de pedir menú con cinco primeros y cinco segundos a elegir. Cada día diferentes. Según mercado. Marca de la casa.
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